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EL CHANTAJE DE ETA

Un negocio a punta de pistola

Los documentos intervenidos por la policía francesa en la fábrica Sokoa de Behobla (barrio de Hendaya, Francia), demuestran que cerca de un centenar de empresarios y profesionales han cedido al chantaje econórníco de ETA Militar en los últimos seis años. De acuerdo con las anotaciones de ETA, la media anual de gastos de esta organización terrorista se situa, a lo largo del período 1980-86, en torno a los 200 millones de pesetas. Un repaso de los documentos permite igualmente afirmar que la recaudación de lo que los etarras denominan impuesto revolucionario descendió drásticamente a partir de 1984, coincidiendo con la presión policial francesa.En el período comprendido entre 1980 y 1986, y descontado lo obtenido por los secuestros, los etarras ingresaron por esa vía entre 200 y 300 rniliones, una suma en todo caso muy inferior a los casi 1.000 millones que constituyen el montante del dinero exigido por ETA a cerca de 150 personas. A los descuentos conseguidos por los propios extorsionados en sus negociaciones con ETA hay que sumar la deuda pendiente de buena parte de ellos y tener en cuenta que un tercio de los sometidos a chantaje no habían efectuado todavía sus pagos en la fecha en que se llevó a cabo el registro de la fábrica Sokoa.

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En los escritos no aparecen nombres de grandes empresas ni de entidades bancarias, dato que induce a sospechar de la existencia de otro u otros centros de contabilidad de ETAm, aunque, según fuentes policiales consultadas, no tendrían en ningún caso la importancia del descubierto en la fábrica Sokoa. Además de las direcciones y teléfonos de los extorsionados, del historial de pagos y de las citas de las entregas del dinero, los responsables de finanzas de ETA incluyeron en buena parte de las casi 150 fichas encontradas en la fábrica Sokoa la contraseña para identificarse telefónicamente ante sus víctimas y algunos comentarios sobre su disposición a pagar.

"De parte de Nicolás", es la contraseña convenida con Miguel Teus Navarro, constructor de San Sebastián, y "llama su hermano", la acordada con el señor Bayo, del Banco de Bilbao, que según las anotaciones de ETA representaba ante esta organización los intereses de Jullán Ángel Olano y de Félix Izquierdo.

Las entregas se realizaron en el País Vasco francés, casi siempre en bares. El restaurante Margot, de Sokoa, población situada cerca de San Juan de Luz, era uno de los preferidos para el cobro del impuesto. Las fichas, elaboradas de manera muy elemental y desordenada, recogían también en algunos casos comentarios sobre la disposición de pago de los extorsionados: "Ha dejado de pagar y se le ha amenazado, dice que en cuanto mejoren sus cosas volverá con el dinero" o "empezará a pagar cuando termine las viviendas que está construyendo".

El chantaje se ejerce directamente sobre personas concretas, pero muchas veces son las sociedades empresariales o las familias quienes en realidad cargan con el pago. No pocos extorsionados facilitaron a ETA todo tipo de datos sobre sus actividades profesionales y privadas para tratar de convencer a los etarras de lo limitado de sus ganancias y quizás también para que no albergaran dudas sobre su disposición a pagar. A la vista de las cantidades que aparecen en algunos de los escritos -cifras de incluso 200.000 pesetas de pago anual- y de las facilidades ofrecidas a sus víctimas, puede decirse que los eíarras aplican la política del aprieta pero no ahoga.

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Algunos comentarios revelan, en su crudeza, que los resporisables de finanzas de ETAm se han habituado a un lenguaje críptico, seudoprofesional. El comentario que aparece en la ficha de Ángel Martínez Goñi dice: "Ha muerto uno de los socios y su parte se le cancela".

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