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La picaresca, poesía y verdad

Cuando, en la primavera pasada, preparaba el curso que había de dictar en la New York University sobre Continuidad y cambio en la sociedad española, recabé de mi viejo amigo y compañero José Antonio Maravall el texto de un escrito suyo sobre la imagen que del español -y por consiguiente de España prevalecía en el mundo durante los siglos XVI y XVII. Es la época cuyos testimonios literarios, sobre todo los dramáticos, sirvieron de base para que, dos siglos más tarde, en el Romanticismo, se constituyera el convencional estereotipo vigente hasta ayer mismo, y que todavía colea en el fatigado talante reaccionario con que empezamos a recaer tras de nuestro salto a la actualidad mundial.El texto de Maravall que en su día me había impresionado y deseaba citar ahora en mi proyectado curso era un finísimo ensayo acerca de los caracteres nacionales; y, tratándose de los llamados Siglos de Oro españoles, es lo cierto que, a mi entender, nadie como él había aplicado con tanto fruto sus tenaces esfuerzos y sus talentos críticos al estudio de la realidad complejísima que ofrece aquella extraña y conflictiva época.

Súbitamente, la muerte acaba de poner término a los incansables trabajos de mi amigo. Es lo probable que sobre su :mesa haya quedado sin abrir el ejemplar de mi libro La imagen de España, que, resumen de mi curso adornado con su estimulante cita, le había remitido. En la melancolía de su definitiva ausencia física, prolonga su vida en mi ánimo la lectura -que estoy haciendo en estos días con moroso deleite intelectual- de su última obra, recién aparecida: un espléndido volumen sobre La literatura picaresca desde la historia social. Diríase que la muerte, que desde hace muchos años le venía rondando, quiso dar piadosa. tregua a sus amenazas para permitirle ver concluido y publicado este postrer título de la serie, tan copiosa como admirable, de cuantos integran su producción.

Discípulos y continuadores aquilatarán los puntos de vista de este maestro y ponderarán sus importantes hallazgos en distintos aspectos de las ciencias sociales. Aquí he de limitarme yo, en homenaje a la memoria de su autor, a formular de manera muy sumaria algunas apreciaciones sobre el libro que tengo entre manos.

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Esta vez, el tema central -el eje, pudiéramos decir- del discurso y de la pertinente investigación que lo apoya es, como el título declara, la literatura picaresca, y en concreto, la novela de ese género o subgénero, cuya vinculación a la realidad social de la España de los Austrias llamó, por cierto, muy precozmente la atención de la crítica, que se apresuraría a interpretarlo como documento revelador de dicha realidad. En tal interpretación concurrían dos prejuicios bastante perniciosos y persistentes, prejuicios, por lo demás, conexos, tanto que quizá no sean sino dos facetas del mismo: el de querer entender la obra literaria como mero reflejo o espejo fiel de la realidad en cuyo seno se ha originado y el que afirma el pretendido realismo de la literatura española. Contra uno y otro prejuicios hubieron de reaccionar después la teoría y la crítica literaria con una energía que, por necesidad, tuvo que resultar excesiva en su radicalismo, postulando la absoluta autonomía de la obra de arte, hasta desacreditar cualquier consideración circunstancial o adjetiva en la tarea de estudiar un texto; y por cuanto se refiere a la novela picaresca, introduciendo en su análisis criterios diversos y propiciando en particular lecturas de carácter simbólico-religioso, que sin duda alguna han enriquecido la comprensión con las obras examinadas. En cierto modo, el nuevo libro de Maravall viene a rectificar el radical exceso de aquella reacción, y procura así poner las cosas en su sitio, esto es, colocar la literatura picaresca en su adecuada perspectiva.

Descartada toda actitud simplista y reconocida la enorme complejidad de los factores en juego, el enfoque de la obra confiere, sin embargo, mayor relieve al esclarecimiento de aquellos que conducen a la configuración del pícaro como personaje de la vida real e inspiración para las personajes ficticios creados por la imaginación literaria la (sin perjuicio de que se registre la influencia ejercida por éstos sobre el cuerpo social y sus particulares) que a los mecanismos de los que esa imaginación literaria se vale para crear sus imaginarios prototipos. La posición del autor puede resumirse en estas palabras, con las que comenta cierta Relación de la cárcel de Sevilla, que supone leída por Cervantes en los años de gestación de la novela picaresca, viendo en sus datos "una prueba elocuente de que la novela picaresca no es retrato de la sociedad de la época, pero nos da un documento sobre ella. De esa manera", añade, "se confirma mi tesis de que tal género de literatura -como seguramente los demás- no es, o por lo menos no es sólo, una estructura literaria nacida en una esfera propia y exclusiva de estos fenómenos, sino un producto de la sociedad que le es coetánea, engendrado por ella, algunos de cuyos rasgos característicos se proyectan en la picaresca".

El propósito de Maravall es, desde luego, confrontar y colacionar esos documentos literarios que las novelas picarescas constituyen con otros documentos, pertenecientes éstos a la realidad social inmediata, para hacer evidente el modelo fáctico que subyace bajo la creación del tipo reproducido en la ficción artística.

Pero esto, que en cuanto afirmación primaria no pasaría de ser una obviedad ya propuesta por quienes, tiempo atrás, sostuvieron que el pícaro era sin más una peculiaridad, especie de anómala excrecencia brotada en el suelo de la España filipina, en la obra a que estoy refinéridome viene como resultado de una exploración exhaustiva llevada a cabo en muy diversas direcciones. Su autor ha investigado, entre muchísimos otros aspectos, los cambios económico-sociales de los siglos XVI y XVII, señalando un movimiento de expansión seguido de una contracción que conduciría al endurecimiento de las estructuras de poder y a la aparición de un amplio margen de conductas desviadas, acrecentado por los efectos desíntegradores de una desastrosa política monetanía. Y al hacerlo ha puesto el más cuidadoso empreño en subrayar que, en lo fundamental, esos procesos no fueron privativos de esta Península, sino generalcs en Europa.

Dado que la abundancia exuberante del material ahí ofrecido y la apertura de perspectivas que procura tienen la virtud, de estimular el apetito del lector, hubiera querido uno todavía algunas averiguaciones m.ás en la línea de la recepción que las novelas picarescas españolas tuvieron en países vecinos, Francia e Inglaterra, ya que las alernanas que se citan como comparables no son en verdad homologables con las escritas en nuestra lengua.

Para concluir esta volandera y superficial nota acerca de la última, recientísima publicación de José Antortio Maravall, cuyo intento es tan sólo saludar su aparición, destacaré de entre sus muchos méritos uno capaz de atraer con especial vivacidad el interés de sus eventuales lectores como ha atraído el mío; y consiste en que, siendo trabajo de tan densa y copiosa erudición sobre un período histórico ya bastante lejano, ilumina, sin embargo, nuestro más actual presente y con clara conciencia de que lo está haciendonos lleva a comprender mejor algunos de los fenómenos sociales que tanto nos preocupan y afligen hoy en día.

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