Porvenir de AP
Donde se notifica a los compromisarlos acerca de la cercanía estratigráfica o simplemente grafiea que existe entre los dos adalides del liberal-conservadurismo que, a la sazón, se disputan la sucesión de Fraga. Si por la ley del mínimo esfuerzo redujéramos sus respectivos apellidos compuestos (Herrero de Miñón, Hernández Mancha) a la enunciación de simples siglas obten mos el precipitado H. M. Hasta ahora, la división de pareceres o el reparto de papcies en el seno de los partidos políticos consistía en poner máscaras distintas aun mismo propósito o despropósito, pero a ningún denostado peluquero de imágenes electorales se le había ocurrido la angélica idea de unificar a los políticos por sus siglas. Los elemplos abundan: uno podía ser el duro detrás de los focos, y otro, el tierno ante los fotógrafos; o uno era el desparpajo hecho verbo, y el otro, el comedimiento hecho adjetivo; pero todo lector de sintaxis electorales sabía de antemano a qué papeleta quedarse. Ahora, en cambio, la confusión puede ser de órdago. Ni siquiera los dos Suárez de la transición dieron origen a una conflusión parecida. Cierto también que podía haber dos Suárez de la misma península Ibérica -Ibérica sólo hay una en la vida-, pero mientras uno se resolvía en diptongo, el otro concluía en sinalefa, y además tomaban la precaución de domiciliar sus intereses res-Pasa a la página síguiente
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pectivos en capitales distintas del capitalismo occidental.
Habría que retrotraerse a otras épocas de los manuales de historia -véase Indortes e Istolacio- para encontrar una tan fatal coincidencia en el arte de la homonimia y de la homofonía abreviadas. Crudo lo tienen no sólo los compromisarios (que para eso están), sino los semiólogos (ahí es nada el nombre de la cosa). Y menos mal que la H es muda, que la confusión sería mayúscula si hablara.- José A. Rey.
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