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LA CRISIS DE LA DERECHA

Diez años en busca del poder

Cuando, el próximo sábado, día 7 de febrero, comience en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid el VIII congreso de Alianza Popular, bucólicamente anunciado en carteles multicolores bajo el lema El futuro, estarán a punto de cumplirse diez años desde que, a comienzos de marzo de 1977, Manuel Fraga declarase inaugurado el primer congreso de AP.

Era la andadura formal de un partido nacido con pretensiones de aglutinar y modernizar la derecha española, que acababa de abandonar la seguridad del franquismo y se enfrentaba con la inevitabilidad de unas cercanas elecciones democráticas.

Los 'seis magníficos'

Entonces, AP hablaba tan solo del "reformismo perfectivo" y de "salvar la obra de Franco en lo esencial". Fraga comenzó el camino aliado con los seis magníficos, que, en realidad, iban a acompañarle durante un corto trecho: Federico Silva, Gonzalo Fernández de la Mora, Cruz Martínez Esteruelas, Licinio de la Fuente, Laureano López Rodó -que olvidó viejas rencillas, derivadas del asunto Matesa, con el ex ministro de Información y Turismo- y Enrique Thomas de Carranza.

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Ninguno de ellos fue capaz de asumir el ritmo reformista que Fraga quiso, aunque no sin vacilaciones y retrocesos, imprimir a su nuevo concepto de lo que debería ser una derecha moderna a la española.

El fracaso electoral de Junio de 1977 y el posterior respaldo popular a la nueva Constitución, inasumible para la mayor parte de los magníficos que fundaron AP con Fraga, hicieron que éste acelerase su marcha hacia posiciones moderadas, bordeando casi la competencia por el espacio político con UCD: fueron los tiempos de la alianza, en Coalición Democrática -prólogo de la ahora falli da Coalición Popular-, con José María de Arcilza y Alfonso Osorío.

Reticencias

Desde entonces, Fraga siempre prefirió enfrentarse a las elecciones acompañado por otras fuerzas políticas menores, lo que iba a provocar no pocas reticencias en un influyente sector de su partido, capitaneado por el recientemente fallecido José María Ruiz Gallardón.

Paralelamente, cada corigreso nacional de AP significaba un nuevo impulso -frecuentemente aguado por el propio temperamento del fundador del partido- hacia posiciones rnás centristas: AP jamás dejó de interrogarse por la fórmula que le permitiría conquistar masivamente el voto de los españoles y hacerse con el poder, y cada congreso del partido (1977, 1978, 1979, 1981, 1982, 1984 y 1986) buscó afanosamente la solución milagrosa. Ahora, diez años después y sin Fraga al timón, la búsqueda sigue.

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