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Tribuna:EL FERROCARRIL Y EL PROGRESO ECONÓMICO
Tribuna
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Un billete de tren para el futuro

Las propuestas de UGT no fueron entendidas entonces y a la imaginación creadora de lo posible y de lo deseable se respondió con el silencio. Peor aun, se contestó con un plan de reconversión encubierto, el Contrato-Programa de 1984, que cerró casi 1.000 kilómetros de vía y jubiló a 10.000 ferroviarios a cambio de nada.Desde luego, no nos conformamos con aquel asalto al tren y no cejamos en su defensa hasta el verano de 1985, momento en que nuestro sindicato percibió con claridad que, de nuevo, los trabajadores del ferrocarril y los sectores más progresistas de nuestra sociedad podían y debían recuperar la ilusión, frente al escepticismo y la incredulidad de muchos.

Pero acertamos una vez más y hoy contamos con un Avance de Plan de Transporte Ferroviario que recoge, parcialmente, lo que fueron nuestras propuestas y nuestras reivindicaciones; una inversión de ruptura: dos billones de pesetas; la nueva línea de acceso a Andalucía: alta velocidad; variantes estratégicas que acortan el tiempo de viaje entre nuestras principales ciudades... Desde luego, hay que felicitarse por todo ello.

Pero aún se trata sólo de un avance. Y entendemos, por ende, que sigue abierta la posibilidad de concertar, de participar y discutir antes de diseñar definitivamente el plan. UGT ha reivindicado construir, y, en efecto, ahora se va a construir. Pero también ha luchado por reabrir y ahora propone, además, coser. Sí, reabrir la Ruta de la Plata, que el avance del plan no contempla, para romper la bolsa de incomunicación de la pobreza occidental española. Coser, anudar, atar la vieja piel de toro ibérica con una línea de alta velocidad hacia Lisboa, olvidada en el proyecto actual, porque es necesario acceder desde el continente a esa importante entrada del océano y acabar, al tiempo, con la marginación relativa del país vecino. ¡Incluyámosla en el plan! ¡No seamos medrosos con lo adjetivo cuando hemos sido valientes con lo sustantivo!

Pero, para lograr el ferrocarril que nosotros queremos se necesita todavía más, mucho más. Es preciso emprender desde los propio! sindicatos -y el que no lo quiera entender así, peor para él- un serio esfuerzo de reflexión y de transformación para convertirnos en una herramienta verdaderamente útil para los ferroviarios, para los ciudadanos y para el ferrocarril.

Basta de ciego sindicalismo entendido exclusivamente como confrontación, por penuria de ideas y por ausencia de amplitud de miras. Basta de confundir el camino del progreso con el del subdesarrollo. Basta de jugar a la contra en un alarde de pobre táctica de negación simétrica, como tantas veces hemos comprobado durante los últimos tiempos en nuestro entorno.

Una sociedad más justa

Una sociedad de bienestar ha de ser más justa, ha de contar con una distribución de la renta más equilibrada, ha de tender al pleno empleo y a la eliminación del paro. Cierto. Por todo ello hemos luchado y seguiremos haciéndolo en el futuro. Pero no hay que perder de vista que una sociedad así necesita, además, ciudadanos y trabajadores conscientes de que ello se logra sólo con la superación de muchos viejos tics cuasi corporativos heredados del pasado.

Se logra apostando por la modernización, por la ciencia y por la técnica, por la organización y la cualificación; por la capacidad, de autocrítica y por un permanente espíritu de receptividad, de flexibilidad y de aceptación de la inevitabilidad del cambio. Se logra, sobre todo, aportando propuestas y alternativas a los trabajadores y a la sociedad que sean factibles y progresistas, ofreciendo y provocando el diálogo, la discusión, la negociación y la concertación seria y rigurosa. Y nosotros estamos seguros de que sin unos sindicatos sensibles y conscientes de todo esto será muy difícil poner en explotación nuestro futuro ferrocarril. Así lo pensamos y en ese rumbo caminamos a veces con incomprensión y siempre con firmeza.

Y ello por una razón muy simple. Porque a los sindicatos les está reservada, además, una tarea que consideramos vital en este empeño: la de forzar una gestión racional y eficiente de Renfe y, especialmente, en lo que concierne a su política de personal.

Porque, en efecto, si existe la voluntad política de construir ese nuevo ferrocarril; si se allegan los recursos precisos para financiarlo; si cuajan las transformaciones institucionales para dinamizarlo; es decir, si se dan las condiciones objetivas que hacen posible su logro, entonces todo parece depender ya exclusivamente de dos cabos: una buena gestión de la empresa ferroviaria y capacidad para movilizar a los ferroviarios en el empeño.

Respecto a lo primero, parece evidente que resultará difícil llevarla a cabo sin la participación y la colaboración de los representantes de los trabajadores. Renfe es una empresa vieja, esclerótica, que necesita sin demora una verdadera puesta al día. Cierto que se ha avanzado en la mejora de la gestión, pero aún queda casi todo por hacer.

Y es que, en efecto, no basta sólo con tener un proyecto. Tan importante como eso es saber comunicarlo y conseguir que los trabajadores lo acepten como suyo porque, en último término, ellos son quienes inevitablemente lo llevarán a la práctica. Pues bien, para eso se necesita, una vez más, participación, transparencia informativa y una política de personal que merezca tal nombre. Desgraciadamente, hasta el presente, nos tememos que la dirección de personal no ha sabido o no ha podido articular, comunicar ni poner en marcha dicha política.

Nuestro sindicato es muy consciente de ello y, naturalmente, no va a permitir que este vacío ponga en peligro tan ambicioso plan. Ahora, cuando casi tocamos el fruto de nuestra lucha con los dedos, ya no podemos dejárnoslo arrebatar. El nuevo ferrocarril será una realidad. Lo construiremos casi tan hermoso como lo habíamos soñado.

Ignacio Grajal Martín es secretario general del sindicato ferroviario de UGT.

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