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COPAS DE EUROPACOPA DE LA UEFA

Mal resultado del Atlético de Madrid en Portugal

ENVIADO ESPECIAL Astucia, ingenuidad y ceguera se aliaron ayer para derrotar al Atlético en Guimaraes. Lo primero lo puso un delantero brasileño llamado Cascavel al provocar el penalti que abrió el triunfo de su equipo; lo segundo un joven meta vasco de 22 años y espléndido futuro, que hasta el minuto 48 se había mostrado felino en un par de salidas ante los delanteros portugueses. Lo de la mala vista fue cosa del árbitro galés, que no quiso sancionar un clarísimo penalti hecho a Julio Prieto y que, ayudado por uno de sus auxiliares, arrasó en el segundo tiempo al equipo madrileño, que cosechó así un mal resultado al no marcar en campo contrario.

Paulo Roberto Vacinello, comenzó a jugar en un club brasileño llamado Cascavel Sport, donde alcanzó cierto nivel como jugador astuto y goleador. La hinchada se identificó con él, y comenzó a llamarle Cascavel, nombre del equipo y de un reptil muy abundante en Brasil. Transcurría el minuto 48 cuando Cascavel, bien sujeto siempre por Ruiz, se acercó sigilosamente a Elduayen y éste, de manera instintiva, le empujó tan suave como ingenuamente. Cascavel, cual serpiente, se tiró y el árbitro, tras dudar, señaló penalti.

Hasta ese momento, el Atlético había contenido sin excesivos problemas al Vitoria. Le bastaba para eso la perfecta colocación de dos líneas de cuatro jugadores en zona y el apoyo de Julio Salinas cuando se trataba de despejar los balones colgados por los portugueses en faltas y saques de esquina.. El técnico Miera conseguía así un buen punto de apoyo en las alturas para Ruiz, compensando la falta de físico del libre Rodolfo e improvisado sustituto de Arteche que, salvo algunas indecisiones propias de quien extraña el puesto, mantuvo un aceptable nivel.

El Atlético trianguló casi siempre bien en el centro del campo, movido por Julio Prieto y Landáburu, que no quieren saber nada del eventual fichaje del brasileño Jandir. Pero les faltó siempre capacidad ofensiva porque Salinas, muy voluntarioso, y Da Silva, excesivamente individualista, no encontraron nunca posiciones de remate.

Llegó el minuto decisivo y el Atlético encajó su primer gol de penalti, pero lo peor no fue eso, porque el equipo rojiblanco se estiró algo y dejó ver ya con más claridad que sus fundamentos técnicos son bastante superiores a los de su rival. El problema llegó porque el árbitro galés, mister Bridges, también se creció, posiblemente entusiasmado por el clamor del público. Con la inestimable ayuda de uno de sus jueces de línea, frenó de forma descarada al Atlético, al que señaló continuos fueras de juego, la mayor parte inexistentes, y faltas en ataque cuando eran los rojiblancos quienes sufrían las entradas de sus contrarios. Miera no se decidió a dar entrada a Llorente y Setién, que se pasaron un cuarto de hora calentando en la banda, porque vio que su equipo se imponía de forma nítida al Vitoria, aunque siempre con el defecto de no hallar excesivos huecos para el remate. Y un error de Clemente, por contra, provocó el segundo gol. Las protestas rojiblancas, por una supuesta falta señalada por el juez de línea no sirvieron.

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