_
_
_
_
_
Tribuna:EL DEBATE IDEOLÓGICO EN EL PSOE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Transición hacia dónde?

"La izquierda europea se encuentra ante una encrucijada histórica: por una parte, intenta un nuevo modelo de organización de la vida económica que sea capaz de incrementar sensiblemente las dosis de igualdad y libertad; pero, por otra parte, corre el riesgo de convertir su contestación al orden existente en una crítica moralista y a la postre irresponsable".Esta frase de Lucio Pellicani ole hace ya algunos años enmarca acertadamente, a mi. juicio, el fondo de una polémica que se ha ido desarrollando desde hace tiempo en el seno del pensamiento socialista europeo, acelerándose y generalizándose conforme se ha ido haciendo realidad el triunfo de los partidos socialistas en las elecciones generales y, en consecuencia, en el gobierno de diferentes países. El debate sobre el modo concreto de organizar el sistema económico, y no sólo económico, que rige a partir de ese instante es comprensible si constatamos que la alternativa socialista que se propugna se puede mover dentro de una extensa banda que tiene como límites, por un lado, la economía centralizada más o menos convencional y, por otro, la socialdemocracia de tipo tradicional, aderezada en los últimos tiempos con algunas gotas de cierto liberalismo bien entendido. Probablemente es la constatación de este hecho lo que puede llevar a afirmar a algunos que el socialismo europeo camina rumbo a lo desconocido, y también por ello no son pocos los que de entre las filas del propio socialismo han propuesto un número nada despreciable de modelos alternativos que proporcionen salida al impasse teóricamente producido. Lejos de mi ánimo y del espacio de que dispongo entrar en una polémica que considero fructífera desde muy diversos puntos de vista y, en cualquier caso, inevitable, dado el sofisticado nivel de división del trabajo que se ha alcanzado en los últimos tiempos también entre los intelectuales de la izquierda. Pero sí me gustaría llamar la atención sobre el peligro de parálisis y de pesimismo histórico en que se incurre en bastantes ocasiones al esforzarse, gastando una buena parte de energías, en definir modelos globales y casi siempre estáticos de sociedad-objetivo a la que se intenta llegar en el futuro, a la vez que pretendiendo conseguir una imagen definitiva y diferenciadora de la marca socialista; modelos, por lo demás, que, casi por definición, se acepta que son en la mayoría de los casos utópicos, pero que, se dice, sirven de punto necesario de referencia, de meta última que guíe nuestros actos.

Y, ciertamente, parte de verdad existe en tales afirmaciones; sin embargo, y en contra de lo que generalmente se cree, tales modelos a menudo corren el riesgo de mostrarse incapaces para diseñar caminos concretos y precisos que conduzcan a ellos, con el agravante además de que al convertirse en esquemas simplificados han resultado en el pasado extremadamente útiles a las fuerzas políticas de la derecha y de la izquierda del socialismo para diseñar sus ataques tanto en período electoral como fuera de él, mostrando la distancia que media entre los objetivos ideológicos últimos y la realidad de la política efectivamente aplicada.

Modelo

A pesar de la relativa irrelevancia de este último tipo de críticas, es cierto que, si no se es consciente de las limitaciones que ello comporta, la definición precisa y detallada de un modelo para la futura sociedad puede ser el hecho más trascendente que normalmerite le acontece a un socialista en su juventud, pero también puede convertirse en el más estéril e inútil.

En mi opinión, y con la perspectiva histórica que hoy tenemos, el debate sobre el presente y el futuro del socialismo debe replantearse de manera sustancial. La insistencia casi obsesiva por considerar el socialismo como lo que los economistas llamamos un stock, es decir, como algo estático, perfectamente definido, que no existe antes de llegar a él y que, una vez conseguido, parece que la historia prácticamente se detiene, constituye un serio error de planteamiento. Se trata, eso sí, de una propuesta contundente y que permite clasificaciones a favor o en contra de, pero que en la realidad no ha hecho más que dar paso a ingenuas estratagemas intelectuales tales como las del "socialismo imperfecto", el "socialismo como paso al comunismo" y otros términos afines que se han presentado como segundos óptimos cuando en rigor no son más que sistemas de organización social que pretenden autoperpetuarse, y en donde, como temía ya hace bastante tiempo Paul Baran, a la postre no se hace otra cosa que eliminar la soberanía del consumidor para sustituirla por las decisiones de un comisario.

Es por ello por lo que parece más razonable y honesto considerar la alternativa socialista como un flujo -siempre dentro de la terminología económica-, es decir, como un camino asintótico en términos de mayor igualdad, mayor solidaridad, mayores libertades, mayor bienestar colectivo e individual. Este modo de ver las cosas define una alternativa menos trascendente, menos filosófica, e incluso, probablemente, menos estética en términos intelectuales, pero tiene la gran ventaja de que se disponen de algunos indicadores para seguir su eficacia, a la vez que hace hincapié en la solidez del carnino más que en el incierto y lejano punto de llegada. Así, aunque no tengamos una referencia futura e inamovible, sabemos siempre si avanzamos respecto al pasado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Lejos de mi argumentación presentar las utopías -al menos algunas- como paralizantes e inútiles, entre otras razones porque sustentan principios éticos y orientaciones sociales positivas que proporcionan una buena vacuna contra el vulgar pragmatismo. Pero la apelación constante a la utopía no puede convertirse ni en coartada de administradores incompetentes de la que los ciudadanos no tienen culpa alguna ni en la causa de interminables series de etapas necesarias en las que los medios, en un marco de ausencia total de libertad, se suelen justificar por unos fines que nunca llegan.

Derecha irritada

La irritación de la derecha -en la que por cierto existe una pobreza alarmante de intelectuzles orgánicos-, pero no sólo de la derecha, al ver que el modo de gobernar de los socialistas se aparta de maximalismos estériles sólo tiene paralelismo con su incapacidad para dar respuesta efectiva a las demandas sociales.

Lo que para ellos represeata una contradicción entre la auténtica ideología socialista y la política realmente aplicada no esconde otra cosa que la desesperanza de unos y otros al constatar que el PSOE concita en la mayoría de los ciudadanos la sensación de que su Gobierno tiene un interés efectivo por resolverle sus problemas concretos; entre otras cosas porque se halla alejado de conexiones o complicidades con la maraña de grupos de presión que ha sido tradición en la economía y la sociedad española.

Es evidente que sólo quien cumple este último requisito puede establecer racionalidad en un sistema económico como el español, convirtiéndolo en una máquina de producción y distribución moderna y solidaria, en línea con las restantes sociedades europeas desarrolladas. Y eso el ciudadano lo sabe.

En definitiva, lo que es relevante analizar para los socialistas no es tanto el a dónde vamos, sino más bien qué hacemos para superar las situaciones presentes. Y, en este sentido, hora es ya de abandonar ciertos prejuicios y decir que socialismo es también lo que hacen los Gobiernos socialistas y no sólo diseños ideológicos. Cada vez debe aparecer más clara la impresión de que al socialismo no se llega, sino que más bien se ejercita.

Y si algún día, por aquellas cosas de la vida, la utopía se nos presentara de súbito, al rnenos que nos encuentre trabajando.

Andrés García Reche es director general de Industria y Energía de la Generalitat valenciana y militante del PSOE.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_