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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La 'cohabitación' israelí

LA VIDA política de Israel se desarrolla desde septiembre de 1984 en el marco de una cohabitación distinta de la francesa, pero quizá más sorprendente aún: porque no se trata de un jefe de Estado socialista, con sus funciones propias, y de un Gobierno de derecha, con las suyas. En Israel, para superar el empate que se produjo en las elecciones, se ha establecido la cohabitación en un Gobierno de unión nacional de un número igual de ministros del Partido Laborista y de la coalición derechista Likud. Durante los dos primeros años de la legislatura, el líder laborista, Simón Peres ha sido el jefe del Gobierno; ahora ha llegado el momento de la permuta de los cargos entre Peres e Isaac Shamir, el líder del Likud. Éste pasa a ocupar la presidencia del Gobierno hasta las elecciones de 1988, y el dirigente laborista, el Ministerio de Asuntos Exteriores.Peres deja la presidencia con un balance francamente positivo; Israel está hoy indiscutiblemente en unas condiciones mejores, en el plano interior y en el terreno de sus relaciones internacionales, de las que tenía en 1984. Su primer éxito fue resolver con energía la cuestión entonces decisiva de la retirada de Líbano del Ejército israelí; supo enfrentarse y derrotar, sobre este punto, las actitudes militaristas de sus aliados del Likud. Lamentablemente, la retirada no fue completa, y el mantenimiento de una zona controlada por Israel en el sur de Líbano es un foco grave de conflictividad. Peres obtuvo otro éxito muy notable en el terreno financiero al poner fin a una inflación galopante, que alcanzaba el 400%; aunque hoy la situación económica sigue siendo grave y frágil, el progreso es innegable.

En el ámbito internacional, el papel de Peres ha sido positivo para ofrecer una imagen más dia!ogante de la política israelí. Ello ha contribuido a cierta extensión de sus contactos internacionales; España ha podido restablecer sus relaciones diplomáticas con Tel Aviv sin dañar a sus vínculos con el mundo árabe; en África, la actitud de Costa de Marfil y Camerún, que tienen ya embajador en Tel Aviv, inicia un proceso de normalización de las relaciones.

Sin embargo, el problema número uno que tiene que afrontar todo político israelí es la cuestión palestina: encontrar caminos para poner fin a una situación de guerra latente en la zona, buscar soluciones pacíficas duraderas, con fronteras seguras para Israel, pero con el reconocimiento a la vez de los derechos legítimos del pueblo palestino. De Peres se esperaba mucho en este terreno, particularmente en círculos progresistas europeos. La realidad se ha quedado muy corta; hubo un momento en que, gracias sobre todo a los esfuerzos del rey Hussein de Jordania, pareció que iban a poder sentarse a negociar una delegación jordano-palestina, aceptada por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y los representantes de Isreal. El intento fracasó tanto a causa de la intransigencia israelí (el Likud, dentro del Gobierno, era radicalmente contrario) como de las presiones del sector más duro de la OLP. La política de Peres ha pecado de ambigüedad, lo que era quizá inevitable dado el carácter de su Gobierno: por un lado, no han cesado las represalias brutales contra grupos palestinos, como el bombardeo de Túnez en violación de todas las normas del derecho internacional. Por otro, y sobre todo en el último período, ha desplegado una política de apertura, con su entrevista en Ifrán con el rey de Marruecos y con la superación del contencioso con Egipto; a la vez, en los territorios ocupados de Cisjordanía se apunta cierta cooperación con sectores palestinos ligados a Jordania. Por otra parte, ha roto el hielo abriendo un minidiálogo con la URSS y estableciendo relaciones económicas con Hungría y Polonia.

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Al pasar ahora al Ministerio de Asuntos Exteriores, ¿hasta qué punto podrá Peres proseguir su orientación más flexible y dialogante? Es probable que la política estrecha y militarista de Shamir límite sus posibilidades. Cabe pensar en una fase de agravación de la conflictividad durante el bienio que empieza. Pero es significativo que Peres, al dejar la presidencia, tenga una cota de simpatía popular sin prec edente: un 76% de opiniones favorables en los sondeos.

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