Kinnock pide a la "mayoría moral" británica que derrote a Thatcher
El líder del Partido Laborista británico, Neil Kinnock, electrizó ayer a sus partidarios al lanzar una apelación urgente a "la mayoría moral" del país para que conceda a los laboristas "la fuerza democrática necesaria" para derrotar a los conservadores en las próximas elecciones generales. Kinnock castigó duramente en Blackpool al Partido Conservador, y en especial a La primera ministra, Margaret Thatcher, a la que, utilizando un verso de Shelley, acusó de "ni ver, ni sentir, ni saber" qué pasaba en el Reino Unido.
En un discurso de cerca de una hora de duración ante el plenario del congreso anual de su partido, inaugurado el domingo en Blackpool, una localidad turística del este de Inglaterra, Kinnock alternó la ética con el patriotismo.Su intervención estuvo dedicada más a explicar un programa de Gobierno que uno de partido y, en este sentido, fue interpreta da por los observadores como un síntoma de la confianza del dirigente laborista en derrotar a los conservadores en las próximas elecciones generales. Aunque Thatcher puede esperar hasta junio de 1988 para convocar los comicios, todos los expertos coinciden en que se celebrarán antes de finales del próximo año.
Kinnock, de 4 años e hijo de un minero galés, ha podido presentar ante la nación un Partido Laborista unido, al menos en apariencia, en tomo a su persona, después de un año en el que las hachas de la secretaría general han funcionado en todas las secciones laboristas para cortar las cabezas de los miembros de la extrema izquierda y de cualquier radical que pudiera poner en peligro los esfuerzos del nuevo líder de centrar el partido después del desastre electoral de 1983.
El lunes, el plenario del congreso confirmaba en sesión cerrada las expulsiones del partido de ocho miembros de la tendencia militante, entre ellos, los líderes de] Ayuntamiento de Liverpool, Derek Haton y Tony Mulhearn, por la convincente votación de 6.150.000 votos contra 325.000 (la explicación de los votos millonarios radica en que los delegados sindicales traen la representación de sus afiliados). Previamente, la mesa del congreso les había negado permiso para dirigirse al plenario en sesión pública.
Ayer, dos veteranos izquierdistas miembros de la ejecutiva, Margaret Becket y Eric Heffer -este último, ex presidente del partido-, perdían sus puestos en el National Executive Committee ante dos candidatos moderados. Y, por siel clavo no estaba bastante remachado, el rumor circulante anoche en Blackpool era que el propio Kinnock tenía intención de presentarse al cargo de vicepresidente del partido para que no fueira elegido otro conocido y veterano izquierdista, Denis Skinner.
Cuatro millones de parados
En su discurso, calificado como el más importante de todos los pronunciados hasta ahora por el líder laborista, Kinnock, que vestía un severo traje azul marino con corbata a rayas, atacó duramente al Gobierno conservador, al que acusó de haber producido "la mayor división de la sociedad británica" en su historia. Es un Gobierno no apto para gobernar, dijo, a la vista de su ejecutoria."Un Gobierno que ha producido cuatro millones de parados, que ha empobrecido a seis millones de ciudadanos, que ha dilapidado miles de millones de libras por ventas de petróleo del mar del Norte, que ha perdido el 22% del porcentaje que le correspondía al comercio británico en el concierto mundial, no puede ahora venir con homilías estridentes predicando moralidad y valores victoriános", manifestó Kinnock, entre el delirio de los cerca de 2.000 asistentes al plenario. Kinnock apeló a lo que llamó "la mayoría níoral" del país, "una mayoría moral que siempre ha existido" para que ayude a los laboristas a conquistar el Gobierno del país. "Esa mayoría moral que espera que los políticos no les proporcionen el cielo en la tierra, pero sí que eviten que esa tierra se convierta en infierno", dijo.
En materia de defensa, Kinnock reiteró su compromiso con el documento elaborado por la ejecutiva del partido, que aboga por una política de desarme nuclear por parte del Reino Unido y por el cierre de las instalaciones nucleares norteamericanas en territorio británico, compensado por un incremento sustancial en el armamento convencional. "Estoy dispuiesto a morir por mi país, pero no quiero que mi país muera por mí", dijo Kinnock, en una referencia a la devastacíón que causaría un conflicto nuclear.
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