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Enzo Grasso

El alcalde que ha dado fama mundial a un pequeño pueblo de Sicilia

Juan Arias

Enzo Grasso, padre de dos hijas que lo adoran, esposo feliz, es hoy el alcalde de Sicilia más popular y conocido en el extranjero. Y no es alcalde de Palermo o de Siracusa. Lo es de un pueblo de 2.000 habitantes a las faldas del volcán Etna, al que el alcalde decidió hacer famoso no sólo en Italia, sino en todo el mundo, para acabar con el inri de tener que ubicarlo siempre diciendo que "está cerca de Taoirmina". El pueblo se llama Castiglione di Sicilia. Podría ser uno de los pueblos de nuestras Alpujarras. Sobre él, a cada instante, el Etna, majestuoso y sagrado, luce su penacho de humo.

Enzo, siciliano también él, es un hombre polifacético: periodista y novelista, hombre de cultura y fino político. Pero le gusta ser alcalde. Conoce también el dramático fenómeno de la Mafia, cuestión a la que dedicó su última novela, Muerte civil por hecho de Mafia. La obra fue, en cierta medida, profética del superproceso que contra la Mafia se está realizando en Palermo, hasta el punto de que hubo quien pensó que el alcalde de Castiglione estaba al corriente de hechos secretos.Cuando Enzo fue elegido alcalde de un pueblo fascinante, pero desconocido, a dos pasos de la mágica e internacional Taormina, pero al que nadie subía y que vivía enfundado en su fatalismo atávico y desangrado por una profunda crisis económica, decidió que Castiglione tenía que salir de su aislamiento. ¿Cómo? Llevando hasta allí a personajes de primera plana italianos y extranjeros de las más diversas ramas del saber.

Así creó, patrocinado por la región de Sicilia, el premio que lleva el nombre del pueblo y que en sus seis años de vida ha sido considerado ya como el "pequeño Nobel italiano". La condición indispensable para poder recoger el premio es llegar hasta la plaza de Castiglione, donde el día de la entrega de los 10 premios anuales se celebra una gran fiesta popular.

En seis años hasta Castiglione di Sicilia han ascendido ya 60 personalidades del arte y del saber. Y cada año ha estado presente un premio Nobel, como Sheldon Glashow, Carlo Rubbia, Eugenio Paul Wigner y Julian Schwinger.

También han acudido poetas y escritores como Rafael Alberti, Sedar Senghor, Alberto Moravia, Leonardo Sciascia, Mario Soldati o Luis Jiménez Martos; personalidades del cine como Nuria Espert, Alberto Lattuada, Salvatore Semperi; del arte, como Giuseppe Santomaso, Renato Guttuso, Gió Pomodoro, y periodistas italianos y extranjeros.

Hay quien para llegar hasta Castiglione ha tenido que tomar cuatro aviones y otros tantos coches y, por. supuesto, el autobús que la tarde del premio se lleva a todos los personajes juntos, como una simpática arca de Noé de la cultura, cerro arriba, a través de curvas y más curvas en medio de naranjales. y chumberas.

De esta forma Castiglione, del que hasta ayer se decía, como de Nazareth, que no figuraba casi ni en los mapas, hoy reluce en las biografías de tantos personajes ilustres, ya que es un premio tan distinto que ni escritores, ni pintores, ni periodistas quieren olvidárselo en su currículo.

Los ciudadanos de Castiglione, que se visten de fiesta cada año para recibir a los grandes llegados como marcianos hasta aquellas alturas, agradecen al alcalde Grasso este milagro de prestigio reeligiéndolo en cada elección por mayoría absoluta. Es democristiano de izquierdas, pero le votan todos los habitantes de la localidad porque para ellos representa el símbolo de la renovación de aquellas poblaciones hasta ayer abandonadas a su destino fatal de Cenicienta del turismo y del desarrollo económico.

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