Zapatilla de cristal
El ballet La Cenicienta tiene una dilatada historia no exenta de puntos oscuros. El genio de Serguei Prokofiev se impuso sobre la tradición, arrinconando -esta vez en un justo olvido- la música del barón Fittingholf-Schell.Poca gente sabe que el catalán Fernando Sor compuso la primera partitura para Cendrillon -uno de los muchos nombres dados a este mismo argumento- cuando Frangois Decombe lo estrenó en Londres en 1822. En 1893, en el teatro Marinskii, de San Petersburgo, y debido al genio de Petipa, Ivanov y Cecchetti unidos -o no tanto, pues cada uno hizo separadamente algunos fragmentos, hoy diricilmente identificables en lo que subsiste de aquella pieza-, se estrenó la versión rusa. La música del barón se olvidó, pero pasaron muchas cosas que han quedado en la historia. Fue la primera vez que una bailarina hacía los 32 fouettes -exactamente, rond de jambe-fouettes-; era Pierina Legnani, una mujer menuda, de puntas de acero, que en las escasas fotos existentes alterna el carácter con la gracia.
El estreno con la música de Prokofiev se produjo en el teatro Bolshoi, de Moscú, el 21 de noviembre de 1945. La legendaria bailarina Olga Lepescinskaia hizo en aquella ocasión de protagonista. Un'año después, en el Kirov, de Leningrado, Konstantin Sergueiev estrenó su versión, también con el fondo musical de Prokofiev, lo que significó una consagración definitiva de este ballet, que desde esos años no ha bajado del cartel. Frederick Ashton estrenó su versión en Londres en 1948, introduciendo los personajes de las dos hermanastras interpretados por hombres.
Frederick Ashton y el australiano Robert Helpmann sellaron sus caracterizaciones con un dibujo peculiar donde lo histriónico se ponía al servicio del baile. Esa versión ha sido la inspiración de todas las posteriores. Margoy Fonteyn asumió un año más tarde el papel protagonista y lo hizo durante varios años. Posteriormente, han aparecido versiones de esta obra que son más modernas, como la de Paolo Bortoluzzi en Milán y la de Maguy Marin en París.
El Ballet de la Ópera de Berlín presenta una versión bastante conservadora que rescata fragmentos de las versiones rusas y soviéticas anteriores. Valerie Panov se apoya en su formación y recuerdos para entregar un producto de buen estilo, hecho con grandes recursos escénicos, algo que parece estar unido indeleblemente a Cenicienta.
De la original Zolushka quizá sólo quede un aura de exigencia en los pasos de virtuosismo, pues la música de Prokofiev volvió atrás hasta el esquema de Chaikovski en cuanto a estructura y eso obliga a cualquier coreógrafo, sea o no innovador, a un ordenamiento clásico de la obra. El argumento también ha sufrido variaciones, aunque éstas son generalmente sutiles y se deben más a las exigencias de montaje que a verdaderas intenciones innovadoras.
Cinderella, en versión de Valerie Panov para el Ballet de la Ópera de Berlín, se emite hoy, a las 19.35, por TVE-2.
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