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MUNDOBASKET 86

Canadá no opuso resistencia a España

Luis Gómez

Es bonito ganarle a Canadá, un equipo bien formado, anglosajón, repleto de blancos jugadores que mastican chicle y que dicen haberse educado cerca de las cataratas del Niágara. Parece bueno este equipo y lo es, pero no llega a serlo tanto como parece. Y, gracias a esa ilusión óptica, España pareció ayer otra cosa. Y fue así" aunque su juego no abundara en exquisiteces. Bastó con encararse uno por uno y soltar algunos zarpazos. Fue suficiente que Martín colocara a Wiltjer en tres faltas y que Epi, Sibilio y Margall acertaran con algunos lanzamientos de tres puntos. Fue suficiente con que España se encontrase sin nadie enfrente que defendiera.Algo debe de tener Canadá para que no haya terminado por imponer en la cancha. el resultado total de sus valores individuales. O algo le falta. Canadá afrontó con escasa decisión su encuentro con España. Tenía un poco de todo: tiro de tres puritos, rebote y algún base cotizado. Por tener disponía de hasta jugadores que conocen perfectamente la gama de defectos y virtudes del equipo español. Canadá afrontó a los españoles uno por uno o uno contra uno, como dice el argot. Excepto unas primeras penetraciones de Pasquale, que sembraron de personales a Costa, el peligro no asomó por lado alguno. Wiltjer, al minuto cuatro, cometía la tercera personal. Kazanowski le acompañaba poco después. Canadá se quedaba en nada.

Y España alcanzaba los 10 tantos de ventaja (34-24) sin demasiados méritos. Epi, empeñado en alguna penetración desventurada, rectificó sus modales para dedicarse al certero tiro exterior. Sibilio enganchó dos triples cómodos. Nada importaba la pérdida de pases ni la ausencia de unos movimientos coordinados en el ataque. Martín suplía el desacierto de Jiménez -que fue postrado al ostracismo en la segunda parte- y encontró en Romay a un inesperado y eficaz compañero. Romay venía de una media de tres minutos en la cancha y ayer encontró 10 tantos en acciones de tiro cercano. Nadie aprenderá nada de este partido, que no pareció otra cosa que un duelo entre dos equipos bajos de tono, con el ralentí descompensado y tocados del mal que afecta a quienes se han encontrado sin objetivos. El de España ahora es esconder el fracaso.

Jugar con Canadá resultó, por tanto, un bálsamo reparador en la segunda parte. Lo permitió todo, contraataques, suspensiones de Romay, ganchos de Martín y algún que otro triple. Su acción fue tan benefactora que la selección no encontró adversario en su rival, sino en sí mismo. Por extraña ironía del destino, las decisiones de los jueces crearon un desequilibrio evidente en la señalización de las faltas personales durante el segundo período -llegó un momento en que el balance fue de 13-2 en contra de España-. Podía pensarse dos cosas: que España defendía muy bien, lo cual era incierto, o que Canadá no defendía, que resultaba más ajustado. Así, la reanudación no fue más que un período protocolario a la espera del pitido final. Es bonito jugar con Canadá, que ofrece jornadas de solaz y esparcimiento y que permite a España esperar un previsible choque con Italia por el quinto puesto sin reconcomerse en una nueva jornada de descanso presidida por la tristeza o la vecindad de una derrota o un mal partido. Es bonito jugar con Canadá porque una victoria ante equipo tan bien plantado es resultona. Pero no cuela y el público pareció entenderlo.

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