Optimismo español

J. M., Los corredores españoles ya han pasado lo peor del Tour: las etapas llanas y dos contra reloj. Ahora aguarda la montaña, la alta montaña, en la que son especialistas. Van a entrar en ella, el próximo martes, desde unos puestos en la clasificación que les van a permitir la ascensión con fe, porque nadie ha quedado descartado en lo que para ellos podría suponer una criba. Incluso en los 1.500 kilómetros que se llevan corridos hasta ahora sobre trazados no idóneos para sus características han destacado. Pello Ruiz Cabestany ha ganado una etapa, Induráin ha sido una vez tercero y otra cuarto y Gorospe también ha obtenido una cuarta plaza, la de ayer, aunque para él sí era bueno el recorrido, porque es un reputado contrarrelojista, seguro en este terreno.

La montaña, que resultará mucho más selectiva que el recorrido por el que ha transcurrido hasta ahora el Tour, comienza la próxima semana y seguirá la siguiente. Allí esperan los Pirineos, por donde transcurrirán dos etapas. La primera de ellas, entre Bayona y Pau, con dos puertos de primera categoría, aderezados con otros dos de segunda y cuatro de cuarta. Al día siguiente vendrá una de las etapas reinas, con llegada a la cima de Superbagnères, cuya ascensión está homologada como de categoría especial. Antes habrá que haber subido también ese mismo día el terrible Tourmalet, asimismo de categoría especial, y entre ambas cotas, dos puertos de primera categoría. Si no se subiera el Tourmalet, porque la carretera quedó cortada hace dos semanas por un desprendimiento de tierras, la organización ha asegurado que sería sustituido por un puerto de similares características.

Pero lo duro de verdad comenzará el domingo 20 de julio, en los Alpes. Serán tres días en los que se totalizarán cuatro subidas de categoría especial, con metas en dos de ellas, y tres de primera. Inmediatamente después, y a continuación de una contra reloj de 58 kilómetros, la subida al mítico Puy de Dôme, también con la meta en su cima, a la que se llegará tras haber superado un puerto de primera categoría, tres de segunda y uno de tercera.

El Tour, ahí, quedará visto para sentencia. El recorrido hacia París será ya un homenaje para el ganador, que tendrá que ser el que menos haya fallado en la montaña. Un día malo en ella supone perder 20 minutos. Por eso los españoles, que están como máximo a siete de Hinault, mantienen sus esperanzas en este Tour. Pedersen, el líder, no es la referencia. Hay que restar un minuto, que es donde se encuentra Hinault.

Los españoles han cumplido su objetivo en el primer tercio de la ronda francesa. Todos, el primer día, daban como ideal llegar a la montaña con cinco minutos de retraso respecto a los líderes. Los mejores escaladores están algo más lejos, pero precisamente porque son especialistas en la montaña, también dan por buena esa ligera diferencia de más que han cosechado. Todos lo tienen claro: no hay que fallar ni un solo día a partir de ahora.

Han hecho lo que tradicionalmente es más difícil para los corredores de nuestro país: soportar los envites de las contra reloj y las largas etapas llanas, en las que las escapadas no han resuelto más que transitorios cambios en el liderato entre un grupo de hombres que que al final no contarán.