Bogues, el bajito del Mundial
Con 1,60 de estatura, es el base del equipo norteamericano
Si alguien le ve paseando por la calle, lo menos que puede pensar de este hombre, con su 1,60 escaso y 61 kilos, pelado casi al cero y patizambo, es que se trata de un jugador de baloncesto. Y mucho menos que además figura en la selección de Estados Unidos. Tyrone Bogues, conocido entre sus compañeros por el apelativo de Muggsy, por su parecido a un personaje de la televisión estadounidense, bautizado ya cariñosamente como playmóvil por los aficionados malagueños, es todo un espectáculo en la cancha.
Tyrone Bogues es fuera de la cancha todo lo contrario que dentro. Si frente al rival muestra una rapidez increíble, una velocidad que desconcierta a sus marcadores, y ejerce una presión que a veces es agobiante, cuando se viste de paisano es tímido, recatado y muy sencillo, como sencillos son sus orígenes.Tyrone Bogues, el jugador de menor estatura en el presente campeonato mundial, nació hace 21 años en Baltimore (Maryland), hijo de padre estibador portuario y de madre secretaria. Pronto comenzó a ver baloncesto, pues su padre era muy aficionado a este deporte. Ya a los siete años, con otros amigos de su calle, se fabricaba sus propias canastas, las colgaba en las paredes y comenzaba a hacer pinitos con el balón. Entonces no tenía problemas de altura, porque todos eran parejos. Lo cierto es que destacaba en aquellos partidos informales y, a los 10 años, ya más en serio, con un equipo más o menos decente y unas canastas de verdad, entró a formar parte de un equipo. Desde entonces, el baloncesto ha ocupado el primer plano en la vida de este hombre que actualmente estudia Comunicaciones, que tiene dos hermanos varones y una hermana que también ha jugado al baloncesto y que, según él mismo afirma, el próximo año pasará a jugar con los profesionales.
Bogues señala que nunca se sintió diferente por ser más bajo que sus compañeros y rivales de juego. Pensó que aquello de la estatura no tenía importancia -"lo que importa es saber jugar, no lo que mides"- y se propuso desde niño una meta que para muchos es un sueño, pero que para él, además, era un reto: jugar al baloncesto en un equipo importante y llegar a formar parte de la selección de su país. Ambas cosas las ha logrado. Juega en el Wake Forest, donde lleva tres temporadas, y ahora acude a un mundial.
"El baloncesto no tiene por qué ser para altos", matiza; "lo importante es jugar y hacerlo lo mejor posible; yo nunca tuve complejos y los entrenadores siempre confiaron en mí".
Con una media de 12 puntos por partido, este base de 1,60 metros tiene una potencia física singular, lo que le permite incluso disputar rebotes. En la pasa da liga universitaria consiguió en un solo encuentro ocho rebotes. Y lo hizo frente a torres de más de dos metros. Aún no ha conseguido un mate en encuentro oficial, pero se prepara en este aspecto y aspira -"¿por qué no?"- a conseguir este singular y competido título en el baloncesto norteamericano.
"La afición es lo primero". Esta frase la repite, casi la machaca. Es todo un espectáculo, ver a este hombre de raza negra, nervios de acero y músculos superflexibles, en la cancha junto a Robinson, con sus 2,11 metros, Seikali, 2,08 metros, y Butler, 2,05 metros. Parece el hermano pequeño de todos ellos y, sin embargo, es el que ordena, manda y dirige. Se considera el base titular de la selección y no le duelen prendas al afirmar que está entre los mejores de esta selección norteamericana de 12 jugadores que disputa en Málaga la fase previa del Mundobaska 86. Y es que repite una y otra vez: "Ser chiquitillo no importa".
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