Serra y Roca, dos hombres y un despacho
La cerrada lucha entre los dos principales cabeza de lista por Barcelona tiene como trastienda una larga amistad personal
"Yo quiero ser presidente de la República", decía Miquel Roca en sus buenos tiempos. "Yo quiero ser...", comenzaba Serra, pero sus amigos sabían que con eso iniciaba unos circunloquios- que no acababan- en nada claro. "Lo que Narcís quiere, antes de llegar a Papa, es ser...", le corregían. Veinte años después Serra y Roca aún recuerdan juntos, muy a menudo, sus ideales de juventud y se ríen de las viejas batallitas comunes en torno a una mesa.Todo comenzó el día en que tomaron contacto en Barcelona los adversarios del SEU que actuaban en Derecho, y Económicas. Jaume Soler y Pasqual Maragall prepararon la reunión, de la que nació un grupo -con Serra, Roca, García, Durán, Lluís Izquierdo, Urenda, Rubert de Ventés, Ruiz Pena...- que, luego, con Isidre Molas, sería el embrión del FOC. Miquel Roca, de Derecho, y Narcís Serra, de Económicas, se conocieron en aquel momento.
Un despacho común
Roca había debutado en política como democristiano, la línea de su familia (su padre fue uno de los fundadores de Unió Democrática y pagó con el exilio). Alumno de Virtelia -una escuela católica, seglar y catalanista- hizo el bachillerato de Letras para perder de vista las matemáticas. Serra, hijo de un militante de la Lliga, estudió en los escolapios, perteneció a los scouts católicos y obtuvo, en Preu, la calificación más alta en matemáticas.
Dentro del FOC estuvieron en alas opuestas. Miquel, vecino de los troskistas; muy sensibilizado por los sucesos de Asturias de 1962, era partidario de la huelga como único camino para la ruptura. Narcís confratemizaba con los entonces denostados socialdemócratas. Pero ni uno ni otro son recordados precisamente por su activismo ni por un destacado ejercicio con la vietnamita, que era la principal herramienta del grupo. Ambos daban ya (1964-1967) la imagen de "jóvenes profesionales al servicio de", según sus compañeros.
En enero de 1967 se produjo la expulsión de 60 profesores de universidad que habían firmado una protesta contra los malos tratos policiales a un sacerdote. Serra y Roca se hallaban entre los represaliados y, como salida, alquilaron un entresuelo para ejercer profesional y conjuntamente una asesoría legal.
De esa manera, Miquel, el chico que se quedaba junto al tocadiscos en los guateques, que soñaba con Audrey Hepburn, al que consideraban modelo de apolíneo y de fidelidad a las personas antes que a las ideas, comenzó su carrera de abogado junto a Narcís, un economista amante de Debussy y Wagner, admirador de Mónica Vitti, irónico, prototipo de dionísíaco,que de joven había querido ser, sucesivamente, cura y médico.
Roca se dedicó en cuerpo y alma al despacho, y se especializó en defensas ante el Tribunal de Orden Público, mientras Serra, ante la evidencia de que el gabinete no le permitía subsistir como economista, lo compaginaba con un empleo en la Cámara de Comercio, facilitado por Andreu Ribera Rovira -uno de los ahora querellados por el caso Banca Catalana-, y preparaba su tesis, para lo que consiguió una beca de estudios en Londres.
De su trabajo conjunto quedan ecos de la elaboración de los documentos preparatorios de la Corporación Metropolitana de Barcelona -ahora puesta en entredicho por el partido de Roca-, pero, sobre todo, de su actuación como gerentes del polémico Plan de la Ribera, de Barcelona. Auspiciado por Pere Duran Farell, presidente de Catalana de Gas y en aquel momento de La Maquinista Terrestre y Marítima, el proyecto pretendía una recalificación urbanística global desde la Barceloneta al río Besòs, incluyendo la zona del Poblenou que ahora, al cabo del tiempo, ha sido elegida por Pasqual Maragall como sede de la posible villa olímpica para el año 1992.
Desde la oficina del Plan de la Ribera, Serra y Roca tuvieron que navegar entre las acusaciones al plan de tener ambiciones especulativas y las ilusiones por recuperar para la ciudad su fachada marítima desaprovechada. En aquella etapa, a Miquel le gustaba que le dijeran que era de izquierdas y bromeaba con el parecido de su apellido con el de Michel Rocard, como anuncio de una evolución politica similar.
La divergencia política
Hasta 1975, sus desavenencias políticas fueron mínimas. Un año antes Roca ingresó en la Convergència Democrática pujolista y Serra en la Convergéncia Socialista. Aunque nadie quiera aportar detalles concretos de lo que pasó, cuando Narcís se incorporó a los socialistas Roca presentó discretamente también una solicitud de ingreso a las filas de Joan Reventós, pero la dirección del partido le rechazó. Después, desde sus respectivas Convergencia, Serra y Roca empezaron a divergir, aunque mantuvieran en común un objetivo inmediato: recuperar la democracia y el Estatuto catalán.
Las elecciones democráticas de 1977 enfrentó por primera vez a sus partidos. Cuando desde el teléfono del despacho -todavía común- preguntaban por "el candidato" se referían a Miquel, ya aupado al cuarto lugar en la lista pujolista (lo que le permitiría salir elegido diputado e iniciar sus andaduras por Madrid). Pero también Narcís optaba a un escaño -aunque con un número alto que no salió- en la candidatura socialista. La pugna quedó mitigada por la diferencia de protagonismo entre uno.y otro, aunque en la oficina común hubo un día en que a la misma hora, mientras en la dependencia de la derecha -la que ocupaba Roca- los pujolistas ultimaban una intervención televisada, en la de la izquierda hacían exactamente lo mismo Serra y los suyos.
Roca fue diputado. Su socio no, pero muy pocos meses después Tarradellas le designó conseller de Política Territorial y Obras Públicas de¡ primer Gobierno de la Generalitat. Comenzó así el distanciamiento físico, aunque sin romperse la amistad. Dicen sus íntimos que las más interesadas en mantener los vínculos son las esposas.
Luego estuvieron a punto de protagonizar como primeras figuras una batalla electoral en 1979. Serra fue designadocandidato a la alcaldía de Barcelona pero Roca -que siempre ha reconocido su ilusión por ese cargo- no logró que Convergència le propusiese. Su disgusto fue mayúsculo y, por segunda vez, el ex foquista, convertido al nacionalismo en plena transición, se planteó su incorporación al partido de Serra, pero sin que esa posibilidad -acogida con mucho recelo entre los del PSC que se enteraron- pasase de ser un globo sonda.
Y luego, el final casi habitual. La oficina conjunta fue desmantelada en 1982, el año de la ascensión socialista, al vencer el contrato de arrendamiento del entresuelo que ocupaba desde enero de 1967. Roca trasladó sus papeles al domicilio de su suegro. Serra se llevó los libros a la casa de su madre.
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