Las tarjetas
A. RELAÑO Las tarjetas fueron introducidas en el Mundial de 1970, celebrado Precisamente en México. Se trataba con ellas de remediar situaciones que se habían producido en el campeonato anterior, el de Inglaterra, y en el que más que nunca la selección local resultó sospechosa de haber recibido ayudas.
Estaba por un lado el asunto Stiles. Nobby Stiles era un, marcador del centro del campo extraordinariamente duro. Estaba especializado en la vigilancia directa de la figura del equipo rival, tarea que ejecutaba sin piedad. A cada entrada los árbitros le pitaban la falta, pero a la siguiente oportunidad Stiles volvía a dar con la figura de turno en el suelo. En todo el mundo del' fútbol quedó la impresión de que eso no podía tolerarse.
Y hubo otro caso, el del choque entre el árbitro Kreidein y el jugadar argentino Rattin. Ocurrió en el Argentina- Inglaterra. De forma inesperada, Kreitlein expulsó a Rattin y dejó a los argentinos con diez hombres. Después explicó que el jugador le había estado protestando durante mucho tiempo.
Así que en México-70 se estrenaron las tarjetas, con intención de que la amarilla sirviera para advertirle a un jugador "te estás pasando", y la roja para decirle: "ya te has pasado", y mandarle fuera. Cada árbitro carga desde entonces con un tarjeta de color amarillo y otra roja. Son de plástico; la amarilla es rectangular y la roja ovoide. Se trata con ello de que el árbitro las identifique al echar mano al bolsillo, y que no incurra en el error de sacar una por otra.
Pasados 16 años los árbitros han corrompido el uso de las tarjetas. Las sacan con más frecuencia para sancionar las protestas de los jugadores, tratando de aparentar así una autoridad que no consiguen con su capacidad profesional, y dejan actuar impunemente a los violentos. El Mundial ha empezado con consignas por parte de la FIFA de que se usen pocas tarjetas. La razón oficiosa es que cuando los equipos estén más cansados entrarán aún más duro, y que no se puede correr el riesgo de que haya muchas bajas. Cada dos tarjetas amarillas suponen un partido de suspensión, y el jugador que ya haya cumplido un ciclo será después suspendido a la primera tarjeta. Pero con la actitud actual se corre el riesgo de que a cambio de que no haya muchas bajas entre los violentos sí las haya entre los exquisitos.
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