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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El día más feliz

LA BELLEZA simbólica y el sainete de las primeras comuniones se ha multiplicado en mayo, mes tradicionalmente iniciático en este mundo mediterráneo de colores. Niños disfrazados se acercan a un acto trascendente en lo que se supone que es y va a ser su vida religiosa imbuidos de una. indumentaria que les convierte en almirantes, noviecitas o tempranas novicias, con su ánimo confuso entre la codicia por los regalos que han de recibir y el contenido del mensaje espiritual del acto. Luego está el chocolate con churros -o la comida fastuosa-, mientras padres, parientes e invitados se apartan a un rincón para probar el primer alcohol del día.Al sincretismo religioso y pagano del acto iniciático, se ha sumado una tercera fuerza, quizá más poderosa que todas: el comercio. Hay una colusión de colegios, grandes o pequeños almacenes, sacristías, restauradores, floristas, fotógrafos y camarógrafos de vídeo monopolistas, impresores de recordatorios (con la foto del comulgante prevestido), modistos y vendedores de complementos de nácar, oro y plata que se precipitan sobre el hecho votivo. Hace ya muchos años que este cártel trabaja unido para evitar toda concurrencia privada en los asuntos sentimentales: bodas, comuniones y bautizos, días de la madre o del padre; más recientemente, día de los abuelos. Los amores familiares, sagrados y profanos, son suyos, lo cual quiere decir que de ninguna manera pueden ser gratuitos.

Los niños comulgantes, a los que se ha hecho trabajar previamente en una redacción en la que inevitablemente tienen que expresar su singular emoción -el día más feliz de tu vida-, se inician así no sólo en una religión por la vía del sacramento, sino en una sociedad de consumidores donde la concurrencia por la ostentación es imprescindible. Es decir, se inician directamente en una sociedad competitiva donde el lucimiento y el gasto son muestra también de los valores espirituales. Los días más felices se irán aplazando luego -el de tu boda, el nacimiento de tu primer hijo...-requiriendo nuevas ostentaciones y dilpendios.

Los niños son inocentes de estos atentados, y resultan más bien sus víctimas. Como lo es, sin duda, el buen catequista que les ha preparado para el día más feliz de su vida con otra intención. Culpables son quienes crean en torno a ellos toda esta expectación en torno al acto y al misterio del futuro terrenal y del más allá. Cierto que las madres tiemblan de emoción y orgullo, y hasta a los padres se les puede escapar una lágrima. Pero hay un límite entre el rito iniciático, la fiesta familiar, y el abuso de los ya conocidos vendedores del templo. Abusar de esta forma de niños indefensos es formarles para ser jóvenes airados.

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