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Las Vistillas

Para que su amada ciudad no fuera menos que Roma y otras urbes de leyenda, los cronistas de Madrid, hilando fino entre la realidad y la ficción, hallaron en la escarpada orografía local siete colinas, y si no exactamente colinas, por lo menos altillos, como éste de las Vistillas de San Francisco, mirador de excepción al que concurre desde antaño el pueblo de Madrid en son de verbena.La redundancia en el cariñoso diminutivo, campillo de las Vistillas, parece que quiere hacerse perdonar el alarde heráldico topográfico que sitúa este lugar entre los siete puntos cardinales del imaginario mapa madrileño. Desde aquí se contempla una magnífica panorámica: los umbríos jardines del Campo del Moro trepan hacia los basamentos del palacio borbónico; al fondo, la mínima cinta del Manzanares, las arboledas recuperadas de la Casa de Campo y, cómo no, las casi siempre nevadas, inevitables, tópicas cumbres del Guadarrama. Pero de estas bellezas darán fe mucho mejor los turistas que los hijos de la urbe, que suelen esperar a que anochezca para venir a tomar la fresca a este privilegiado mirador. Guardianes de tan ancestral privilegio, los camareros de los chiringuitos cobran su histórico canon en la factura de la sangría o la cerveza.

Si el día del juicio final es anunciado con la suficiente antelación, los madrileños vendrán a ver el fin de fiesta a este campillo; así lo hicieron la penúltima vez que el funesto Halley visitó esta zona del firmamento el pasado siglo y los astrólogos, con cierta complicidad de los profesionales de la astronomía, advirtieron que el fin estaba cerca. Los madrileños querían ser testigos de excepción de este acontecimiento, incorporado como número fuerte de la postrera verbena, en pleno delirio de la quermés, entre churros, limonada y copas de aguardiente, convirtiendo en espectáculo de pirotecnia la última traca del apocalipsis.

Antes de que el viaducto Úniera a la ciudad el arrabal de la Morería, los nobles habían elegido esta atalaya para edificar sus residencias. La duquesa viuda de Osuna y princesa de Salm-Salm, del alto y del bajo Salm, tuvo aquí su palacio y consoló sus duelos con la majestuosa panorámica exterior y con el suntuoso tesoro artístico que encerró entre sus muros, tesoro que, dilapidadopor sus herederos, finalizó en pública subasta.

Sobre los terrenos del palacio se encuentra ahora el Seminario de Madrid, que intenta imponer cierta severidad a este parque j aranero y popular, propicio a la promiscuidad del baile agarrao ydel desenfreno dionisiaco. El recoleto arrabal de la Morería desemboca en esta plaza mayor de todas las quermeses; en un vetusto tablado que toma su nombre hacía sonar los crótalos con pretensiones de concierto la estatuaria Lucero Tena, y alrededor de su cintura pateaban patéticos y alumbrados guiris, cumpliendo con el ritual de la visita turística.

Dentro de las fiestas de San Isidro, las que se celebran en las Vistillas reivindican un casticismo pueblerino de tercera edad y gorra de cuadros, suena el chotis y las orquestas enlazan pasodobles y salsa caribeña, destilada a orillas del Manzanares. En las verbenas de las Vistillas los septuagenarios desempolvan la levita de don Hilarión y se lanzan en persecución de Castas y Susanas; aquí se eligen mises y majas con mantón de Manila y bata depercal, y hasta hace poco se premiaba a las más hermosas miopes e hipermétropes de la villa con el honorífico, título de guapa con gafas, galardón que inauguró el palmarés de Massiel, humilde trampolín desde el que se lanzó a la vorágine de la fama.

El refranero madrileño señala irse a las Vistillas como meterse en lo que a uno no le importa, ver más de lo que hace falta o fijarse uno en lo que no debe, actitudes todas ellas muy propias de los nativos del lugar. Las referencias a este campillo salpican también el folclor espúreo de la ciudad como en esta copia que recoge en La fama de Madrid don Bonifacio Gil García y que cantaban los madrileños camino de la romería del Halley en 1893: "Vámonos a las Vistillas / a ver la estrella del rabo / que dicen que anuncia guerra / entre moros y cristianos".

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