Con la música a otra parte
Sueño dorado es una vieja película de Rouben Mamoulian, de 1939, programada hoy quizá en el menos idóneo de los programas cinematográficos de TVE, entre otras cosas por ser un filme excesivamente adulto para la distendida sesión familiar de la tarde del sábado. Aunque la obra, adaptación de una comedia de Clifford Odets, no deja de ser un cuento, una fábula social sobre esos sueños de juventud que explosionan trágicamente al entrar en contacto con la luz de la realidad.Nuestro protagonista, un jovencísimo William Holden, quiere ser músico y ensaya con su violín un futuro negro por utópico; la verdad pasa por otra senda, la del boxeo, donde cae el chico sin remisión, cegado por la sordidez del hampa pugilística: adiós al sueño dorado (éste, Sueño dorado, es un título español más o menos acertado con el tema, aunque originalmente la película se llama Golden boy). El amor, claro está, es otra pieza a jugar en su partida sin rumbo ni Dumbo.
Rouben Mamoulian es un cineasta que está esperando su hora (le llegará, tal vez, como tantas veces llega, cuando, muera y las columnas de la prensa reparen el olvido), un cineasta de primera fila; como Hawks, un maestro en todo généro: Aplauso, Las calles de la ciudad, El hombre y el monstruo, El signo del zorro, Sangre y arena y La bella de Moscú, entre tantas otras, lo avalan sin discusión. Fue, además, especialmente durante los años treinta, un innovador, un realizador ruso, de Georgia, que en el primer resplandor del sonoro en Hollywood experimentó sus posibilidades audiovisuales y estéticas, sin olvidar, cuando hacía falta el realismo de la imagen, su sustrato social.
Sueño dorado es, por ello, un film eminentemente crítico, contiene la mirada distanciada -la de Stroheim, la de Lubitsch, la de Wilder- de quien observa una sociedad que, aunque le da cobijo y le ofrece las máximas posibilidades artísticas, no le pertenece ni le reporta sentimientos inmediatos.
Junto al debutante Holden, la película se beneficia de grandes interpretaciones de la bárbara Barbara Stanwyck (¿habrá que esperar, también, a su muerte para reivindicarla como una de las grandes mujeres del cine?), del refinado y cruel Adolphe Menjou y de secundarios insuperables como Lee J. Cobb, Joseph Calleja o Sam Levane. Y qué mejor, para una película que es un retrato, que el blanco y negro de dos maestros de la fotografía: Nick Musuraca (Retorno al pasado) y Karl Freund (Metrópolis ...).
Sueño dorado se emite, a las 16.05, por TVE-1.
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