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El Real Madrid, campeón de la Liga de baloncesto

Luis Gómez

Abundan los partidos en los que, dadas dos fuerzas en conflicto, el equilibrio se rompe en un momento preciso. Ayer se produjeron tres situaciones en las que el partido estaba a punto de decidirse de forma irreversible, pero aguantó hasta el final. El Barcelona volvió a perder bajo un conglomerado de circunstancias favorables y el Madrid se llevó el título de Liga, el. más difícil y meritorio que consigue en los tres últimos años. Un jugador fue decisivo: Fernando Martín.

Al primer punto de desequilibrio se llegó muy pronto. Mediada la primera mitad, el Barcelona conseguía 16 tantos de ventaja (30-14) a base ole una buena selección del tiro por parte de Epi (5 de 5) y Sibilio (3 de 5) y de la tardanza que el Madrid necesitó para colocar un marcador idóneo para Trumbo (6 de 7). Por entonces, el Madrid fracasaba consecutivamente en el ataque, con pérdidas claras del balón, y Martín daba la sensación de encontrarse descontrolado. Sainz lo sentó en una reacción visceral y esperó unos minutos para reintegrarlo a la cancha.

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Cuando Martín comenzó a entrar en juego, el Madrid pudo encontrar el camino para asentar su defensa, amparado también en que el ataque azulgrana se precipitó en busca de una diferencia abismal que solucionar, el encuentro. La entrada de Smith fue calamitosa y, poco a poco, la diferencia fue reduciéndose hasta llegarse al descanso en situación de relativa igualdad (41-35).

En la reanudación los dos equipos echaron muy pronto. el resto. Era el momento crucial. La defensa madridista se acopló con perfección, amparada en un Martín descargado de faltas, y con cambios automáticos de marcaje y, sobre todo, con escaso desgaste de personales. Epi y Sibilio mantenían un buen porcentaje, pero Trumbo se diluía. Entonces, dos triples de Townes e Iturriaga y un remate de Robinson -canasta y personal- pusieron al Madrid ante su primera ventaja (60-6 1, a falta de 11 minutos). Pero el partido no acabó.

El dominio madridista encontró una solución de urgencia: Martín. Jugada tras jugada, el balón llegaba a él y encestaba o provocaba la personal. Sus tiros libres fueron un bálsamo para el equipo (10 de 12) en un período trascendental y un motivo de desesperación para el Barcelona, que no encontraba respuesta para una fórmula de ataque tan aparentemente sencilla. La ventaja se amplió muy lentamente, punto tras punto, pero las personales volvían a colocar al equipo madridista en situación dé vértigo: a seis minutos, tenía cuatro jugadores a falta de una para ingresar en el banquillo y a dos con tres. El partido tomó la dirección ya conocida de cuenta atrás. Pero no acabó ahí, cuando con 78-88 y 1.15 minutos cabía especular con un final claro.

El Madrid no o6staculizó los ataques del Barcelona. Sólo estaba pendiente del tiempo y, en reacción espectacular, Solozábal acertó su primer triple (1 de 4) y Sibilio colocó un emocionante 86-88 a falta de 43 segundos, lo que significaba dos posesiones del balón teóricas. La pelota no llegó al aro pese a ocho interrupciones y otras tantas personales, que mandaron al banquillo a cuatro jugadores.

El Madrid había encontrado su suerte en el dominio del balón que Iturriaga y Biriukov ejercieron ante una presión azulgrana, en todo el campo, que no contentó a García Reneses porque sus jugadores adoptaban posiciones defensivas en su propia mitad y dejaban espacio al contrario, que podía derrochar tiempo mientras esperaba a Martín.

Martín no fue sólo el máximo anotador. Fue el centro del partido en su momento decisivo. Dominó la zona, intimidó a los pívots contrarios, atenazó al Barcelona con sucesivas sanciones por personales y permitió que el Madrid pudiera controlar el partido con un porcentaje anotador inferior, incluso con menos tiros a canasta que el rival. Martín salvaguardó al Madrid y disminuyó su riesgo.

Fue un valor seguro, que superó actuaciones tan rigurosas como las de Epi (78% de acierto) y Sibilio (60%). La causa de que su acción fuera más mortífera radicó en que sus canastas, tiro libre tras tiro libre, estaban precedidas de una rotura agresiva de la defensa. Y, además, a reloj parado, obligaba a vivir al rival una situación de tortura: ¿Quién puede defenderse de 12 tiros libres?, ¿Quién puede hacer algo para que el rival no anote mientras el tiempo no corre y el balón no está en juego?

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