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Entrevista:

Lord Cockfield: "Nuestro objetivo es crear un mercado único"

Andrés Ortega

Lord Francis Arthur Cockfield, británico, vicepresidente de la Comisión Europea desde 1985, encargado del Mercado Interior y de la Unión Aduanera, 69 años de edad, ex ministro conservador de Comercio, es el arquitecto del Libro Blanco, que propone unas 300 medidas para completar de aquí a 1992 un verdadero mercado interior en la CE. "Si completamos este programa para 1992 habremos alterado la cara de Europa para siempre" asegura, añadiendo que esto constituye para España una oportunidad.

Cockfield visitará España los próximos días 19 y 2,0 de marzo para entrevistarse con distintos ministros españoles y examinar la adaptación de España a la CE, adaptación en la que no ve grandes problemas.Pregunta: ¿Ve usted, en su campo de competencias, grandes problemas que hayan surgido con el ingreso de España?

Respuesta: No he visto grandes problemas. Evidentemente, en los primeros tiempos va a haber dificultades, al menos en mi campo, pero no veo tantos problemas como oportunidades.

Lo que intento es que Europa haga lo que se pensaba en 1957 que tenía que hacer y que no ha hecho, a saber: crear una economía europea, con, las economías de los países miembros integradas en un único mercado común... No debería haber más barreras entre Francia y Alemania de las que existen entre Inglaterra y Escocia. Y aún estamos lejos del objetivo que se había planteado en 1957. Y es absolutamente crucial para el futuro de Europa., que vive en un mundo intensamente competitivo y que ha perdido terreno frente a Japón o EE UU. Y una de las razones, no la única, de ello, es la fragmentación de su mercado.

Nos imponemos costes innecesarios a causa de la existencia de las fronteras; creamos problemas a la industria, pues principalmente tiende a producir para su mercado doméstico, pero si sale de él tiene que afrontar reglas y normas que cambian de un Estado a otro. Nuestro objetivo es crear un mercado único en el que la industria tenga un coste más bajo y pueda operar de una manera más eficaz.

Ésta es parte de una política que también incluye el progresar en la alta tecnología, pues la creación del mercado en si mismo no resuelve el problema. Hay que a provechar el mercado.

P. ¿Por qué se puede hacer ahora y no se ha hecho cinco años atrás?

R. Es una cuestión de voluntad política. El establecimiento de la Unión Aduanera -la abolición de todos los aranceles dentro de la Comunidad- y con un arancel común hacia el exterior debía tardar, según el Tratado de Roma, 12 años. Se completó antes de lo previsto, en 10 años. El Tratado preveía que el mercado interior quedaría completado en 15 años, plazo que expiró en abril de 1973. No lo habían logrado para entonces. Pero entonces ocurrió una serie de acontecimientos a un mismo tiempo: la subida del precio del petróleo, la gran inflación, las dos recesiones, los problemas creados por la primera ampliación del Mercado Común (en 1973 al Reino Unido, Irlanda y Dinamarca), etcétera. En los años setenta los Estados miembros en cierto modo empezaron a retirarse a sus fronteras.

Estamos empezando a salir de la recesión, por eso hablo de la declaración del Consejo Europeo de Copenhague de 1982, momento en que las economías del Reino Unido y de la RFA dijeron que habían doblado la esquina, dejando atrás lo peor. Y entonces hablamos de relanzar la Comunidad. Con la voluntad política se puede hacer cualquier cosa. Logramos en Milán (en junio de 1985) una declaración de los jefes de Estado y de Gobierno señalando que su objetivo era completar, de modo total y efectivo, un mercado único en Europa para 1992 a más tardar.

Europa, más competitiva

P. ¿Por qué 1992?R. La Unión Aduanera tomaba, según el tratado, tres plazos de cuatro años cada uno. Se hizo más rápidamente, y nosotros debemos hacerlo también. Una Comisión dura cuatro años, y por tanto elegimos la vía de dos Comisiones.

P. ¿No para el empresario o el comerciante, sino para el hombre de la calle, qué significará esto?

R. Si completamos este programa para 1992 habremos alterado la cara de Europa para siempre. Se convertirá en una única unidad en la que gente se podrá desplazar en total libertad de una punta a otra, en la que podrá practicar su comercio o profesión en cualquier lugar de Europa, una Europa más competitiva, con sus implicaciones para el comercio internacional.

Prosperidad y coincidencia

P. ¿No es más difícil lograr esto tras las últimas ampliaciones de la CE, dada la diversidad de las situaciones y estructuras económicas de los países que la integran?R. Uno de los principales objetivos de la Comunidad es la coincidencia. No se dice que no se pueda tener prosperidad si no se coincide. Yo pienso que no puede haber coincidencia a no ser que haya prosperidad. Por eso quiero que nuestro programa salga adelante.

P. Países como España y Portugal tienen ya que hacer un inmenso esfuerzo para adaptarse a la Comunidad que ya existe. ¿No es pedirles mucho que encima se adapten a la vez a la Comunidad que va a ser?

R. Es ya un proceso de ajuste gigantesco. Es un reto que ambos países decidieron afrontar. Y hay que tener confianza en que lo cumplirán. Pero no necesariamente tendrá que ser más difícil (con la creación del mercado único). Por ejemplo, parte de nuestras propuestas versan sobre las normas de los productos industriales. Disponemos ahora de un sistema por el cual la Comunidad fija los requisitos esenciales de sanidad y seguridad. Dentro de este marco, son, las instituciones de cada país las que elaboran las normas detalladas (con cierto control). Peto el objetivo es que cualquier producto que respete las normas-marco tendrá el derecho de circular libremente por toda la Comunidad.

La industria española ha progresado enormemente en los últimos años, en parte bajo la protección arancelaria, que está siendo desmantelada. La estandarización de las normas que proponemos abre nuevas oportunidades. No es más difícil, sino más fácil, que España aplique esta nueva política que operar bajo la antigua política, en la que se trataba de fabricar según normas fijadas por media docena de países y en media docena de maneras distintas. Si no se respetaban sus normas, los productos no se podían vender.

P. ¿Hay un riesgo en que las normas y la calidad media baje en Europa en vez de subir?

R. Mi experiencia dice lo opuesto. En términos comerciales una norma elevada es un arma de venta. Aunque siempre hay un mercado en el mundo para la basura, lo tengo que admitir.

P. ¿Dónde surgirán más dificultades con el Libro Blanco?

R. Hay dos campos. Uno es el de los controles veterinarios, hasta ahora sobre una base individual. El otro es el fiscal. Hubo progresos hasta 1977, y luego se pararon. La dificultad es que, aunque no le cuesta nada a un Estado miembro -de hecho, ahorra dinero- el abolir los controles de fronteras, al entrar en el campo fiscal se tocan las finanzas nacionales. Es, pues, un tema sensible. Pero al final habrá que hacerlo.

P. En EE UU los tipos de imposición indirecta varían según los Estados.

R. Sí, esto queda reflejado en el Libro Blanco, razón por la cual ya no pedimos una armonización perfecta. Pero para el mercado interior (la imposición indirecta) tiene que ser suficientemente similar para evitar distorsiones comerciales.

Un valioso argumento

P. ¿Al final, no sacarán más provecho de este mercado único en la CE las empresas que están fuera de la Comunidad -vendiéndonos- que las que están dentro?R. No. Al final la cuestión es qué fe o confianza tiene uno en su propia capacidad. Una cosa es decir que cuando se están desarrollando industrias -como han hecho en España- se necesita protección para que despeguen. Pero si se mantiene esa protección durante mucho tiempo se llega a la falta de eficiencia.

P. ¿Hubiera sido posible sin la reforma del Tratado?

R. Hay, con la reforma, mejoras significativas en la toma de decisiones -no tanto como hubiésemos deseado-, y va a haber más decisiones por mayoría. En este campo la principal oposición a una reforma del Tratado vino de países como el Reino Unido, que dijeron que no era necesario, que lo único que hacía falta era un comportamiento más racional. Y éste es un valioso argumento para usar ahora en su contra. Si aún se requiere la unanimidad para algunas decisiones, se les puede replicar que lo único necesario es un comportamiento más razonable.

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