Caluroso recibimiento al Papa en Goa, donde el 35% de la población es católica
Juan Pablo II voló ayer por la tarde a Goa, la Roma de Oriente, donde san Francisco Javier había llegado como primer misionero occidental, en 1542, con el sabor romano y latino del catolicismo. El Papa era esperado en la noche con antorchas en las manos, sobre cuyo fuego se quemaba incienso. El ambiente era muy distinto, más caluroso que el de la India oriental. Aquí se respiraban más los aires de las llegadas a los países de América Latina, quizá porque, al revés de los otros lugares del país, en Goa los católicos son el 35% de la población. Parecía Nochebuena, ya que, a través de los 30 kilómetros que separan el aeropuerto de la ciudad, y después, en el centro, cada familia había cuajado de bombillas de colores los portales de las casas, haciendo figuras de santos y estrellas.
Ya desde lejos se veían las luces de las antorchas de los grupos arracimados de los católicos que esperaban al Papa al borde de la calle y delante de las casas, semejantes a luciérnagas en la noche.Antes de llegar a Goa, el papa Wojtyla se paró en Madrás, capital del Estado de Tamil Nadu, región orgullosa de su cultura milenaria. Allí, Juan Pablo II fue a rezar sobre la tumba que, según la tradición, contiene el cuerpo del apóstol santo Tomás, llamado El Incrédulo porque, en un primer momento, no había querido creer en las apariciones de Cristo resucitado.
El pequeño santuario, situado en la cima de una montaña, es el orgullo de los católicos de rito oriental, que disputan a los de rito latino el privilegio de ser "los primeros cristianos de la India", ya que, según estos católicos de rito oriental, santo Tomás llegó a Madrás, en la India, "antes incluso de que san Pedro llegase a Roma".
El Papa había dejado Calcuta muy temprano. La caótica ciudad del poeta Tagore se estaba despertando bajo una capa de niebla casi negra que daba al paisaje un aspecto surrealista. La niebla era tan fuerte que el avión papal salió con una hora de retraso porque se habían suspendido todos los vuelos.
Desde la ventanilla del autobús, camino del aeropuerto, Juan Pablo II pudo ver escenas que ponen la carne de gallina. Hombres, mujeres y niños que dormían aún en las aceras de las calles, en fila, como momias egipcias cubiertas con una manta tan mugrienta que no se podía adivinar su color original. "Algunas de esas personas", le explicaron al Papa, "probablemente eran ya cadáveres porque suelen morir durante la noche".
El ruido del autobús de los periodistas hizo despertar a dos niños abandonados que dormían acurrucados bajo una misma manta rota. Se levantaron, miraron aún dormidos, se restregaron los ojos, se estiraron como perritos y se pusieron allí mismo a hacer sus necesidades. No llevaban ni calzoncillos.
'Taxistas humanos'
Los primeros taxistas humanos empezaban su trabajo y arrastraban a pie o con el triciclo personas o bultos de verdura. Suelen sorprender más los que tiran del carro a pie, pero un misionero ha explicado que muchos de ellos, sobre todo los jóvenes, lo prefieren al triciclo, ya que el continuo pedalear les produce una enfermedad en los testículos y les impide después hacer el amor o puede incluso provocarles la esterilidad.En el avión de Calcuta a Madrás, el Papa hizo una declaración a los periodistas a través de su portavoz, Joaquín Navarro Vals. Juan Pablo II señaló que las dos finalidades de su viaje eran hacer una visita pastoral a los católicos de la India y empujar a la Iglesia a abrirse cada vez más al diálogo con las otras religiones. Añadió que estaba contento de cómo marchaba el viaje Y aprovechó para explicar que el diálogo no quiere decir "sincretismo superficial", sino colaboración con los grandes temas del hombre; que su misión era la de "fortalecer la identidad católica", pero también ampliar "el diálogo", y que la India estaba "comprendiendo y aceptando muy bien las finalidades de su viaje".
En Madrás, el Papa tuvo otro encuentro con las religiones no cristianas. Juan Pablo II insistió en que la Iglesia se acerca a las otras religiones de la India "con auténtico respeto".
Juan Pablo II alabó el hecho de que lo fundamental de dichas religiones, que es el sentido de lo sagrado y la búsqueda del absoluto, "ha significado un poderoso testimonio contra una visión materialista y atea de la vida".
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