Querido animalito
Una de las ventajas que tiene el folletín es que el lector puede reírse de él, distanciarse, mientras lo asimila: no es cultura. Los ricos también lloran es un folletín, a la antigua usanza: poco importa el medio por el que nos llega. Las técnicas progresan a una velocidad geométrica el humanismo a brevísimos plazos lineales.Este querido animalito maltratado, vulnerado, que conserva su pureza mientras la arrojan una y otra vez al lodo, esta Mariana de Villarreal del culebrón mexicano no es otra que María, la hija de un jornalero, de Ayguals de Izco (1845), y es hermana de la Cosette de Victor Hugo (Los miserables, 1862). Novelas de contrastes, novelas de la izquierda popular, de los socialistas a los que llamaron utópicos. El pliego de cordel, la novela por entregas que el repartidor pasaba por debajo de las puertas, cada semana, en las casas humildes pero vagamente ilustradas. El género fue maldito, entonces, por la Iglesia y los conservadores: envenenaba al pueblo, decían. Después, por los socialistas científicos, que finalmente son también utópicos: incitaba a formas de la fraternidad en lugar de la revolución.
De esta cepa salieron los intelectuales despectivos que aislaban o marginaban a los populistas.Pero luego tenemos que ver, cuando tos años pasan, que las canciones de Quiroga -con los pequeños folletines compactos, con los melodramas líricos de Rafael de León, que cantaron las folclóricas- llegan al Real llevadas por los músicos cultos y difíciles. Alguna gran lección hay en todo esto.
El folletín ha seguido abriendo su paso, entrando por las venas abiertas de las nuevas técnicas. Hubo un tiempo en que la hora de la novela en la radio conmocionaba al país: en los pueblos más pobres se alquilaban los receptores, por unas pesetas al día, y las calles estaban desiertas a la hora de la emisión. Eran los tiempos de Ama Rosa, de Guillermo Sautier Casaseca. Las espectaculares historias viajaban por los teatros ambulantes, nutrieron los orígenes del cine. Llegarlon a la televisión: Dallas, Dinastía, Falcon Crest...
El folletín pobre
No hay demasiadas razones para tirar la primera piedra contra el folletín pobre que hemos comprado a México para consuelo popular. Aquí esta otra vez el humanismo social, los malos de una pieza y los buenos de otra, los oportunos sacerdotes prodigando palabras inútiles y convirtiéndose en mano del destino, los ricos minados por el vicio, los vivos contrastes entre la miseria y la riqueza, el juego sadomasoquista. Aquí está, luminosa y pura, la muchacha a la que proteger, la actriz (argéntina) Verónica Castro (carne, a su vez, del folletín de la vida cotidiana en la prensa del corazón, con sus enamorados suicidas), maldita por su madrastra, perseguida por la lascivia, arrebujada en sus harapos y triunfando, cuando le llegue la herencia (hacia el capítulo 139), decidida a dar solidaridad y a seguir siendo buena para siempre. Y bie9casada...
Podría ocurrir que la sociedad que produce estos folletines los necesite: que las cosas no hayan cambiado tanto como imaginamos los que estamos en otro lado de la moral y la estética, y que su consuelo funcione y no sea tan desdeñable. Aunque ahora estos folletines sólo sean repetitivos y mecánicos con respecto a su creación en el siglo XIX, y se hayan convertido en más truculentos y comerciales que fruto de buenas almas de luchadores como la del socialista Ayguals de Izco o el patriarca Victor Hugo.
Pero la sociedad es también repetitiva, y en muchos aspectos y en muchos lugares reproduce la situación de los inocentes perseguidos y la bondad atropellada. Este folletín mexicano es tramposo y su literatura es mala. Pero, ¿qué trincheras sociales quedan ahora desde las cuales se pueda disparar contra él? ¿Qué ciencia, qué sociología práctica, qué política tenemos que ofrecer para rebasar el sentimentalismo?
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