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"Se arriesga el que quiere"

EMILIO P. DE ROZAS, Su frase preferida era: "Se arriesga el que quiere". Tal vez por ello Thierry Sabine, que vivía los 365 días del año exclusivamente retirado para su París-Argel-Dakar, despedía cada primero de año a los participantes con una dura sentencia: "A partir de Argel no conoceré sus nombres, para mí serán simplemente un número". En realidad, este joven francés de 36 años había logrado convertir una competición, una aventura, en un auténtico negocio del que conseguía anualmente más de 350 millones de pesetas de beneficio.

Sabine nació en 1949 en el pueblecito francés de Boulognesur-Seine, en una familia de la alta burguesía. Amante del deporte, Sabine empezó a practicar el automovilismo, compitiendo en las 24 Horas de Le Mans y en algunos rallies menores hasta que en 1975 se inscribió con una moto en el Rally Costa de Marfil-Niza. Sabine quedó totalmente aislado a medio centenar de kilómetros de una alta montaña, la de Emin-Fezan, esperando durante cuatro días que alguien le rescatara. "Pensé incluso en el suicidio", llegó a decir, "pero lo cierto es que a lo largo de aquellas jornadas, que pudieron'haber sido las últimas de mi vida, me dejé ganar por el encanto del desierto". "Me repetía continuamente", explicó Sabine, "que si salía con vida organizaría una prueba en el marco incomparable de la arena del desierto".

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Lo que empezó siendo una aventura se convirtió para Sabine en un gran negocio. El francés, que dirigía toda una organización para preparar el rally, conseguía sus beneficios por distintos conductos. En primer término, las inscripciones de los participantes, que este año han costado entre 800.000 y 1.200.000 pesetas. A continuación, sus propios patrocinadores. En este sentido, Sabine obligaba a todos los participantes -este año, 527 vehículos- a lucir en sus monturas los carteles de esos patrocinadores. La única manera de eludir esa obligación es pagando el doble de inscripción.

"En la época en que nació el París-Dakar, sólo tres personas trabajábamos en su organización: un colaborador, mi mujer y yo". Como ya existían competiciones de este tipo en Europa, .nos decidimos a cruzar el Mediterráneo al grito de África para nosotros". Durante los días de competición, Sabine era, sin duda, la persona más odiada por todos los participantes, fundamentalmente por las grandes dificultades de la prueba.

Sabine era atrevido y osado con sus participantes, a los que saludaba y daba la salida personalmente cada 1 de enero. Le gustaba hacer discursos como éste: "Cuando lleguemos a Bilma, justo al este del Teneré, les diré a todos los participantes: 'Señores, frente a ustedes, el desierto más majestuoso y peligroso del mundo".

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