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365 'mossos d'esquadra', en busca de un organigrama

La policía autonómica catalana vive hondas contradicciones políticas y profesionales

A los dos años y medio de la creación de los Mossos d'Esquadra, la policía autonómica catalana está sumida en el desánimo. Las causas son múltiples, y entre ellas figuran cierto obstruccionismo político socialista a su labor, las contradicciones internas sobre el modelo policial a seguir y las deficientes relaciones entre la línea de mando política y la operativa.

Un equipo de especialistas en reorganización de empresas intenta, desde hace unas semanas, conocer cuál es el papel que desempeñan todos y cada uno de los funcionarios y contratados de la Dirección de Seguridad catalana y establecer cuáles son en la práctica sus responsabilidades, a la vista de la confusión existente. Los 365 mossos viven bajo una doble jerarquía que responde a necesidades encontradas: por un lado, la de cumplir lo establecido por el Estatuto de autonomía, que impone que en su cúspide haya un jefe procedente del Ejército; por otro, la de anteponer la confianza personal y política de quienes administran actualmente la Generalitat a lo que establece el organigrama. El resultado es el caos.Los Mossos d'Esquadra son un cuerpo de policía civil con un máximo responsable procedente del Ejército. Estan adscritos a la Dirección General de Seguridad -de Cataluña, que tiene un director general, Lluís Renau, y un subdirector general, el comisario Carles Torras. Pero el mando directo de los mossos corresponde, por imperativo del Estatuto de autonomía, a un inspector, militar de carrera, el teniente coronel Lluís Aldeguer.

Los mossos sufren los cruces de ambas lineas y una dificultad añadida: el que los manda, diga lo que diga el organigrama, es una tercera persona, Joaquim González, cuyo cargo oficial es otro: jefe del Servicio de Estudios de Seguridad (el organismo que sirve de cuartel general para los servicios oficiosos de inteligencia, los mortadelos).

Un ejemplo de lo que ello supone es que el último despliegue de la policía autonómica, en noviembre, fue preparado por el subdirector Carles Torras y por un sargento, y no por su superior. Y en la casa existe la impresión de que el teniente coronel Lluís Aldeguer, máximo jefe operativo de los mossos, se enteró del plan cuando oyó cómo uno de sus subordinados lo detallaba al director general. Otro ejemplo: el reciente desplazamiento de una dotación de mossos a la comarca de Osona fue preparado por Joaquim González, también sin participación del mando natural. Importantes altos cargos se enteraron por los periódicos.

El teniente coronel Aldeguer ya ha amenazado con dimitir, al considerar que en la práctica se quiere anular la línea jerárquica establecida por la normativa legal. La tirantez ambiental que rodea sin nigún disimulo a este jefe del cuerpo no es sólo una demostración formal de descontento por lo que se considera, desde algunos ambientes catalanistas, como una imposición estatutaria no deseada, sino también la materialización del enfrentamiento entre quienes entienden los mossos como una policía a semejanza del Cuerpo Superior, con competencias concretas en el terreno de la investigación (los que mandan en la práctica) y quienes creen en un modelo cercano a la Policía Nacional (los que deberían mandar, según el organigrama).

Hay que tener en cuenta, además, que al margen de la estructura oficial y de lo previsto en los acuerdos de la Junta de Seguridad, la Administración autonómica dispone, desde la misma dirección general, de dos servicios paralelos: uno de información, conocido como los mortadelos, y otro de elite, el Escamot-16, aparentemente encargado de la seguridad de Pujol, pero que en la práctica realiza reservadamente otras tareas delicadas. Contra la versión oficial de que no existen operaciones especiales, se sabe que mossos vestidos de paisano se desplazaron a Berga para interrogar a un político local, o que dos de los agentes fueron trasladados a comisaría para su identificación después de ser sorprendidos, de paisano, realizando un servicio de protección en los alrededores de una sinagoga, durante la Semana de Israel en Barcelona.

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