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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ante las elecciones filipinas

LA SENTENCIA del Tribunal Supremo de Filipinas absolviendo al general Fabián Ver y a los otros militares acusados con él por el asesinato de Benigno Aquino es un caso escandaloso de violación de las normas elementales de la justicia. El juicio se ha realizado en unas condiciones completamente anormales, para desembocar en una absolución que estaba decidida previamente en el palacio presidencial. Ferdinand Marcos ha devuelto al general Ver su cargo de jefe del Estado Mayor, lo que supone, en el clima que vive hoy Filipinas, un verdadero desafío a la ciudadadanía y a la opinión mundial.¿Qué repercusiones va a tener esta sentencia sobre las elecciones presidenciales que Ferdinand Marcos ha convocado para el próximo 7 de febrero? En principio, éstas pueden ser la ocasión de que se produzca un cambio en la dirección del país; después de 20 años al frente del Estado, Marcos tendrá que someter su permanencia en el poder al voto de los ciudadanos. Pero la realidad es muy distinta. La falsificación de las elecciones por los procedimientos más diversos ha sido la regla en todo el período de gobernación de Ferdinand Marcos, y esto va a repetirse en este caso. Incluso la absolución del general Ver crea las condiciones para una intervención aún más descarada de las fuerzas armadas para imponer la candidatura del actual presidente, sobre todo en las amplias zonas que se encuentran, a causa de la lucha contra las guerrillas, sometidas a una administración militar, y en las cuales no existe ninguna garantía de libertades políticas.

El hecho mismo de la celebración de las elecciones está ahora en entredicho. La causa formal es un pleito constitucional que está sometido al Tribunal Supremo, y en el que ha de dilucidarse si el presidente tiene derecho o no a adelantar unas elecciones presidenciales. La Constitución prevé esta posibilidad tan sólo en el caso de un vacío en la jefatura del Estado, y la oposición filipina piensa que este recurso al Tribunal Supremo podría ofrecer a Marcos una coartada para retirar, en un momento dado, su promesa de convocatoria electoral. En todo caso, si ésta se realiza, la oposición considera que Marcos debería retirarse provisionalmente para que la contienda electoral pueda desarrollarse con garantías.

La verdadera cuestión, pues, es la de si unas elecciones realizadas en el marco actual pueden llevar realmente a la sustitución de Marcos por otro presidente. Las fuerzas de la oposición han respondido a la perspectiva electoral con un gran esfuerzo por lograr una candidatura que tenga las mayores posibilidades de agrupar las voluntades y los votos de todos los que desean un cambio. Cabe aquí recordar que la manifestación en recuerdo del asesinato de Aquino reunió en Manila a un millón de personas el verano pasado. El potencial de movilización que existe, pues, entre las fuerzas de oposición es inmenso, y la gran dificultad estriba en lograr la unidad entre grupos y actitudes muy diversas. Contra Marcos están sectores empresariales hartos de las corrupciones, pero partidarios a la vez de mantener la alianza con EE UU y las actuales estructuras económicas; en el otro extremo están amplios sectores condenados a una miseria terrible, y que, sobre todo en el campo, apoyan a las guerrillas. Una parte de la Iglesia tiene asimismo una posición muy radical. La designación de Corazón Aquino como candidata a la presidencia es un paso muy importante. Representa un símbolo que va más allá de la política, y puede ofrecer, por ello mismo, una gran capacidad de unidad y de movilización de masas. Sobre todo si se confirmase un acuerdo para una candidatura común con Laurel (para la vicepresidencia), que representa una opción democrática más moderada y ligada a sectores empresariales.

Todo lo que ocurre en Filipinas es vital para EE UU, que posee en dicho país las dos mayores bases militares fuera del territorio nacional. Después de la pérdida de Vietnam, contar en Manila con un Gobierno amigo y subordinado es una pieza decisiva para toda la estrategia de EE UU en el Pacífico. Para ello, Washington ha confiado durante demasiado tiempo en un hombre como Marcos, carente de las cualidades mínimas para ser presentado como defensor de una causa democrática. La consecuencia es que, en una parte al menos de la oposición contra Marcos, existan actitudes muy críticas hacia EE UU. El deseo actual de Washington de presionar sobre Marcos para que éste deje abierto el camino hacia soluciones evolutivas moderadas es obvio. Pero Marcos parece querer jugar su propio juego. La opción hoy, sin embargo, no se plantea entre Marcos o el caos. La oposición democrática ofrece una alternativa seria que merece ser apoyada por todos los amigos del pueblo filipino, y, en particular, por la democracia española.

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