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Tribuna
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Hijos

Rosa Montero

Miren ustedes, hoy tengo un talante articulista quejumbroso. Lo primero es que ya estoy harta de las columnas de tema político, de los comentarios sobre el estado de la cosa, que es de un aburrimiento inenarrable. Y, sin embargo, estos tipos del PSOE son tan tentadores en sus dichos que una cae repetidamente en el absurdo de seguir hablando de ellos, como boba.Lo segundo es que desde que el PSOE está en el Gobierno, incluso esta labor articulista es más ingrata. Porque imagínense ustedes qué refrescantes pitorreos y qué risas si hubieran sido los otros, o sea, los de la clásica derecha, los protagonistas de las últimas tontunas. Si en vez de Guerra hubiera sido alguien de AP quien ha vaticinado futuras crisis de llanto a los obreros por dudar de la sublime perfección de su partido, una se hubiera puesto a hablar de mesianismos disparados y de que esta gente actúa como si el Espíritu Santo hubiera ungido con lenguas llameantes sus cabezas, fuegos fatuos que han debido de torrefactarles los cerebros. Y lo mismo digo de la reciente contestación de Felipe González a Radio Nacional, cuando le preguntaron sobre los 800.000 parados y él explicó que sí, que se habían equivocado al valorar la crisis, pero que él ya había dicho en 1982 que si se equivocaban lo reconocería, y que ahí estaba él, reconociéndolo. Calculen ustedes si semejante afirmación la hubiera hecho Fraga, por ejemplo: qué cachondeo, qué alborozo en recordarle que esas cosas no hay más remedio que reconocerlas, que no es un mérito, que la única alternativa es mentir como un bellaco y reescribir la historia, como en la enciclopedia estalinista, que había borrado la existencia de Trotsky de sus páginas. Hubiera sido, en fin, muy divertido. Pero resulta que no son las derechas, sino el PSOE.

Dicen que Roosevelt, informado por sus asesores de que Somoza era un hijo de puta, contestó esa célebre frase de "sí, pero es nuestro hijo de puta". Pues bien, que me perdonen la brutalidad de las palabras, pero el PSOE es para muchos nuestro hijo de puta. Por eso, ante tamaños barbarismos, las Cuchufletas se me congelan y las risas se me secan en un rictus.

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