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THE NEW YORK TIMES

El Reino Unido e Irlanda están en vísperas de llegar a un acuerdo sin precedentes sobre Irlanda del Norte que dará a la República una responsabilidad consultiva.Forma parte de un interminable problema, y si falla el acuerdo en el último momento, ambas partes lo considerarán una horrible catástrofe, pero si es un éxito, pocos en el Ulster estarán contentos y en su mayor parte serán críticos. La mayoría del pueblo está tan metida tras barricadas mentales que piensa que una mínima concesión constituye un deslizamiento hacia la traición. Defienden sus causas con apasionamiento sobre la base de una historia selectiva, en vez de dar pasos que podrían facilitar la solución de sus problemas.

Una pintada en Belfast afirma: "Al infierno con el futuro y larga vida al pasado". "Qué triste es todo esto", comenta John Hume, dirigente valiente del Partido Laborista de Irlanda del Norte, que intenta obtener un amplio apoyo para un movimiento que disminuya las tensiones. Trabaja con el primer ministro Garrett Fitzgerald, un político carismático en guerra contra la demagogia.

Pocos irlandeses de ambos bandos son conscientes que la línea de partición es la última disputa fronteriza y el último caso de irredentismo en Europa occidental. Pese a miles de años de guerras, otros europeos occidentales han sabido superar deseos de venganza y de dominación por la fuerza en favor de la reconciliación, que beneficia a todos.

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Pero el pueblo de Irlanda del Norte, tanto los que se llaman nacionalistas como los leales, está de acuerdo para quejarse de que no es democrático que Londres y Dublín lleguen a un acuerdo por encima de sus cabezas.

El hecho es que muchos no desean que se llegue a un acuerdo, y menos en términos inalcanzables. Y aquellos que lo desean no tienen fuerza suficiente para lograrlo. No hay un dirigente protestante que aparezca como contrapartida a Hume, quien está convencido de que en las filas protestantes hay muchos moderados. Es un caso clásico en que los extremistas dominan y aplastan a los que desean la paz. (...)

Nueva York, 13 de noviembre

THE GUARDIAN

( ... ) Al doctor Garrett Fitzgerald le gustaría que se formase un Estado unido de Irlanda. Lo ha dicho en un informe que es su opción preferida. Pero sabe que esta solución en un futuro cercano es imposible. Al aceptar algo que es considerablemente menos importante, pero que mantiene la esperanza a largo plazo de una mayoría en las relaciones entre las dos comunidades del Norte y entre el Norte y el Sur, se ha comprometido con lo que sus opositores consideran como un imperdonable delito político: ha tolerado que los hechos distorsionen sus visiones teóricas. ( ... ) Normalmente, en negociaciones bilaterales, el status de una parte es comparable con el de la otra. Pero la posición del Reino Unido en estas conversaciones no es comparable con la de la República de Irlanda. El Reino Unido no tiene ninguna reclamación territorial que formular a Irlanda del Norte. Los intereses británicos en el norte de Irlanda comienzan y terminan con un sistema que funciona pacífica y eficientemente. ( ... ) Pero esta posición negociadora presenta sus dificultades. Lo que el Reino Unido puede aceptar en su propio nombre puede que no sea aceptado alegremente por sus clientes. Lo que los republicanos replican a este dilema es que el problema no es de incumbencia británica. Es un asunto entre irlandeses. ( ... )

Londres, 12 de noviembre

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