Constantino Parasides,
un joven griego que cumple condena por atraco, no es precisamente un ejemplo de coherencia. El presidiario, tras 27 días de huelga de hambre en protesta por su encarcelamiento, no pudo contener el deseo de comer pipas de calabaza y se escapó de un hospital penitenciario para dar satisfacción a su repentino antojo. Pero no pudo lograrlo ya que, dado su, prolongado ayuno, no estaba precisamente en condiciones de burlar a la policía y fue detenido a la puerta del hospital.
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