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TORNEOS EUROPEOS DE FÚTBOL

El Atlético aprovechó discretamente su superioridad

JOSÉ DAMIÁN GONZÁLEZ ENVIADO ESPECIAL El Atlético de Madrid, ante un equipo, el Bangor, City, que en España podría luchar por los primeros puestos en cualquier categoría de regional, dejó vista para sentencia su segunda eliminatoria en la Recopa. El Atléticó no jugó bien -en realidad, estuvo muy flojo técnicamente- pero aprovechó discretamente su superioridad. Fue un partido de feria de pueblo con todos sus aditamentos, incluida la banda municipal, que amenizó el espectáculo.

El Atlético apenas exhibió dos cualidades: su oportunismo profesional en los goles y el no responder casi nunca al juego, duro de sus rivales. El Bangor, a falta de virtudes técnicas, que, desde luego, no le sobran, puso en liza lo que podía esperarse: un fuerte espíritu de combate como continuidad a su notable esfuerzo colectivo de los días anteriores, cuando vanos de sus jugadores colaboraron en las tareas de mejoramiento, del campo, tales como las de albañilería y pintura. Por ejemplo, Whelan, que es un excelente soldador, cooperó en la instalación de la valla.

Todo se le, puso más a favor al Atlético cuando Da Silva inauguró el marcador en el minuto cinco, lo que creaba expectativas de un fútbol ordenado y de control de los rójiblancos. No fue así porque las características del campo no lo permitían -una ligera pendiente a lo ancho,- de banda a banda- y porque tampoco era cuestión de arriesgar las piernas. El Bangor comenzó a abrir, en algunas fases, aunque esto también de manera ingenua, la veda del tobillo ajeno y el Atlético no quíso sumarse a la cacetía. Era innecesario.

Así, la calidad de la línea medular madrileña apenas se dejó ver sobre el terreno. Marina, Landáburu, Setién y Quique no consiguieron, hilvanar jugadas -salvo, en lances aislados, como en el tanto de Setién. Pero, sobre todo, se fallaba de manera sorprendente en el manejo del balón, en la precisión de los pases y en las triangulaciones en corto. Al descanso se llegó, pese a todo, con la ventaja, que sería definitiva, de dos goles, lograda fundamentalmente porque los jugadores del Bangor son muy malos.

En el segundo tiempo Luis Aragonés sacó a Rubio por el lastimado Cabrera y a Mejías en vez de Fillol, cazado en una peligrosa entrada de McMullen, que le produjo una contractura en la pierna izquierda. El Atlético contuvo ya a su rival con relativa tranquilidad, se estiró en ocasiones y perdió algunas oportunidades para haber ampliado la brecha.

Marina, Rubio por dos, veces y Da Silva fallaron, las bazas más claras, aunque los modestos jugadores galeses, llevados siempre por su afán de lucha, buscaron el remate ante, Mejías, generalmente en disparos que salieron altos, pero que, al menos, provo caron ciertas oleadas de pasión entre sus convecinos. Era lo máximo a lo que parecían poder aspirar.

El técnico local buscó el gol del orgullo dando entrada a su soldador, Whelan -un periódico publicó ayer su foto en plena faena, soplete en mano, de instalación de las vallas-, y fue éste quien estuvo a punto de acortar la distancia, en el minuto 83 al presentarse en solitario frente a Mejias, que rechazó el balón con acierto en su arriesgada salida. El Bangor tendrá ahora la oportunidad de hacer turismo en Madrid.

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