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Clara Kasparova

Madre, amiga y entrenadora del aspirante al Mundial de ajedrez

Leontxo García

El 13 de abril de 1963, a orillas del mar Caspio, una armenia llamada Clara Shaguenovna Kasparova dio a luz a su único hijo, Gari Kasparov. Siete años después, su marido, Harry Weinstein, de origen judío, murió en un accidente de automóvil. Clara Shaguenovna, cuyo férreo carácter es paralelo a su belleza, tomó entonces una decisión crucial: en un país con casi cinco millones de jugadores federados, lucharía para convertir a su hijo en un gran jugador de ajedrez. Esta mujer, ingeniera de profesión, puede alcanzar la felicídad en los próximos días si Gari se convierte en el campeón mundial más joven de la historia.

Faltan 10 minutos para las cinco de la tarde. La sala de conciertos Chaikovski, de Moscú, comienza a llenarse de espectadores que presenciarán una vez más el duelo cerebral entre Anatoli Karpov y Gari Kasparov en la final del Campeonato Mundial de Ajedrez. Los miembros de la delegación del aspirante ya han llegado y están sentados entre el público. Todos, excepto su madre. Para localizarla hay que mirar hacia la tercera fila de la derecha, en la zona reservada a los invitados.Clara Kasparova es una mujer guapa, con un bonito pelo rojizo y una amplia sonrisa. Guarda celosamente su edad, aunque aparenta estar en los cuarenta. Junto a su agradable presencia, también transmite una gran energía y un duro temperamento, forjado en una vida difícil. Ocupa siempre la misma butaca, "porque así Gari siempre sabe dónde estoy y puede mirarme en los momentos difíciles". Los contactos visuales entre madre e hijo se producen generalmente al comienzo de la partida. Durante el desarrollo del juego Gari está especialmente rnentalizado para no distraerse con los pequeños murmullos que a veces surgen entre el público. En declaraciones publícadas por la revista soviética Sputnik en visperas del encuentro, Clara Kasparova afirma: "Nos hemos entrenado psicológicamente para estos casos. Hay que alejarse de la sala, no entablar contacto con ella. Pero cuando esto no resulta, Gari busca apoyo en mis ojos".

Clara Kasparova, a quien su hijo define como "m¡ mejor amigo y mi primer entrenador", tiene reservada, desde el 2 de septiembre, una habitación en un céntrico hotel de Moscú que nunca ha ocupado. Prefiere permanecer junto a Gar¡ en alguna de las múltiples dachas (casas de campo) sítuadas en las afueras de la capital soviética.

Mucho antes de que Clara Kasparova decidiera ingresar a su hijo de siete años en la escuela especial del ex campeón mundial Mijail Botwinik, el ajedrez ya formaba parte de su vida cotidiana. "Siempre me gustó, y cuando me casé continué cultivando la afición. A mi marido y a mí nos encantaba resolver problemas de ajedrez. Lo hacíamos generalmente por las tardes, después del trabajo (ambos éramos ingenieros)".

Un buen día, cuando Gari no había cumplido aún los seis años, dijo de pronto: "La solución del problema de ayer es ésta", y comenzó a mostrar jugadas. El padre, asombrado, exclamó: "Pero si no te hemos enseñado a mover las piezas". El niño había aprendido por sí solo. Este hecho quedó grabado en la madre, que un año después se convirtió en viuda. Gari fue un niño enfermizo tras la muerte de su padre, hasta que Clara Kasparova intuyó que la solución estaba en el ajedrez y obró en consecuencia.

Actualmente, Clara Kasparova dedica su vida a Gari de manera exclusiva: "Hace más de un año que dejé mi trabajo por mi hijo. Servirle es mi felicidad". Madre e hijo forman un perfecto equipo que no conoce el descanso: "Hemos trabajado siempre. Ser el primero es muy difícil. Y vivir sólo por el placer de vivir es algo que ni él ni yo comprendemos".

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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