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MEDIO AMBIENTE

Las romerías van hacia el río

Los sotos fluviales reúnen las mejores condiciones para el desarrollo natural

Las márgenes de los ríos proporcionan condiciones magníficas para el desarrollo de la vida vegetal. Durante los cuatro meses en que apenas si cae una gota, las riberas de los arroyos se transforman en verdaderos oasis de naturaleza. Allí crecen los altos álamos, los olmos, los fresnos, los arces o los alisos. En este paraíso vegetal, que contrasta con brusquedad con el próximo encinar o los secos campos vecinos, encuentra refugio un abundante y variado número de animales. Lo pájaros hacen su nido en lo más intrincado del zarzal o en las ramas altas de los olmos. Los insectos pululan por todas partes.No es de extrañar que en tal magnífico paraje el hombre se sienta a su gusto. En días de verano la temperatura del soto llega a ser inferior en ocho grados a la de los alrededores, y la humedad relativa es un 15% o un 20%, mayor. El agua que evaporan los árboles de la ribera actúa como un gran aparato de refrigeración natural. Cada gramo de agua que se evapora toma 540 calorías del medio, lo que unido a la sombra proporciona el frescor de estos lugares y los ha hecho desde siempre propicios para las romerías, las giras campestres o el descanso dominical. Los acuíferos se cargan con el agua de lluvia que se infiltra en el suelo en zonas muy amplias. Ésta circula muy lentamente por los materiales geológicos permeables y vuelve a aparecer en superficie en rezumaderos naturales, alimentando los ríos y arroyos. A veces el agua no llega a asomar, sino que circula a unos pocos metros de profundidad, de donde la toman las largas raíces de las plantas, permitiendo el desarrollo de bosques de olmos o chopos. Los bombeos de agua subterránea hacen descender el nivel freático y crean lo que se llama un cono de depresión, que es un área de donde se retira el manto de agua.

En los últimos años la sequía ha hecho descender por razones naturales los niveles medios de profundidad del manto freático, y las extracciones por bombeo -que no han cesado, sino al contrario- han causado la muerte de un altísimo número de árboles que se apoyaban para su supervivencia en el agua del subsuelo. Los sotos, además, se están utilizando cada vez más como zonas de extracción de áridos, áreas de residencia secundaria y vertederos. La contaminación del agua que circula por sus arroyos se ha generalizado y las cortas e incendios de sus árboles no dejan de aumentar. Quizá haya llegado el momento de prestarles un poco de atención a nuestros bosques de ribera. Si no lo hacemos así, dentro de poco los paisajes descritos por Garcilaso serán un mero recuerdo y habremos perdido para siempre los más bellos lugares de "corrientes aguas puras cristalinas".

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