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Grupo-IMPAR de la Primera División de baloncesto

El Barcelona aprovechó el desbarajuste del Cajamadrid

Luis Gómez

El Cajamadrid, a fuerza de fracasar, ha conseguido crear una imagen de equipo, desafortunada por otra parte. Ayer con unos jugadores que en el 90% de los casos son nuevos en la entidad, realizó un espectáculo tal de desorden y desbarajuste que, más que repetición, fue una superación de anteriores descalabros. El Cajamadrid se ha superado a sí mismo, mientras Tomás González no pudo dejar mejor ejemplo de que no controla a un equipo. Ante ese cuadro, un Barcelona todavía en ciernes se limitó a hartarse de tiros y rebotes. Epi y Sibilio pudieron explayarse con la canasta de tres puntos y Ortiz, descubrimiento de Aito, sumar una brillante actuación.El Barcelona salió tan en tromba que el partido amenazaba acabarse nada más empezar. No sólo era elocuente el 0-7 inicial, que se convirtió en un 5-16, sino las maneras agresivas del equipo azulgrana, fulminante en defensa y en ataque. Era, desde luego, una premonición. El Cajamadrid reaccionó durante tres minutos y se acercó a un 15-18 que hacía esperar un gran partido porque, por unos instantes, se presenciaba un juego muy vivo, pero exacto. Fue un espejismo porque el Barcelona, sin apretar demasiado, se llegó a colocar en un 22-34. A partir de ahí sólo hubo un protagonista: el Cajamadrid y su propia identidad.

El Cajamadrid parece empeñado en convertirse en un equipo de juego desequilibrado, histérico cabría decir cuando alcanza sus notas culminantes. Antes se achacaba este carácter a extranjeros mal seleccionados o a la vehemencia de los hermanos Llorente. Pero ahora el Cajamadrid ha fichado a gente la mar de seria, jugadores que no sonríen con facilidad, y parece dar lo mismo.

Porque, ya en la primera parte, con el partido por decidir, se observaron dos circunstancias ejemplares. En una, los jugadores locales intentando ordenar una defensa que dejaba un ostensible hueco por el centro; cuando se estiraban, entraba Wiltjer desmarcado y, cuando se encojían, Epi y Sibilio se levantaban tranquilamente para meter canastas de tres puntos. Luego, con el partido por decidir, Tomás González ordenó la entrada de Marcos y Gil, dos jugadores que, juntos, suman la edad de Juan de la Cruz. Todos se empeñaban en perder. Así que el Barcelona no tenía otro remedio que ganar.

Aito pudo mover, pues, su banquillo para darse gusto al gusto Por ejemplo, mantener a Ortiz casi 30 minutos y permitirle una actuación brillante. Ortiz dominó el rebote incluso en ausencia de su compañero Wiltjer: es un luchador nato, un joven sin complejos, de fuerte complexión y larga mano que defendió bien a Orenga y Knego, puso tapones de forma implacable y se fue soltando en ataque. A todo ello Ortiz une velocidad y facilidad de movimientos. No es un estilista; es un hombre duro, pero rápido. Aito, una vez más, habrá descubierto otro jugador.

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