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La Conspiración de Acuario

Le alquilo el título a Marilyn Ferguson, autora de un libro todavía no traducido al español, libro que, en líneas generales, se refiere a una manera nueva de pensar viejos problemas, o sea, y para expresarlo con vocablo ya manido, a un cambio de paradigma. Es el tema de nuestro tiempo: la lucha, en todos los frentes, contra la entropía. Lo cual implica una nueva filosofía de la complejidad, del movimiento y de la duración. La complejidad se reconoce por la necesidad de ligar el objeto a su entorno, el fenómeno observado al sujeto observador. La obsesión por encontrar un último elemento simple se desvanece. Nos habituamos a convivir con la paradoja: cuanto más autónomo se es, más se depende del entorno. El viejo paradigma reducía el movimiento al reposo, la inteligibilidad a la tautología, el tiempo a su representación espacial. El nuevo paradigma se construye sobre una temporalidad portadora de novedad, imprevisibilidad, entropía negativa. Ya el bioquímico y premio Nobel Albert Szent-Gyorgyi (descubridor de la vitamina C) emitió la hipótesis de que la tendencia hacia un orden cada vez más complejo sería una ley general de la naturaleza: algo así como un instinto generalizado hacia la autosuperación. Los nuevos paleontólogos plantean esta evolución antientrópica a base de saltos bruscos -en contra del gradualismo de Darwin- Lo cual coincidiría con la famosa teoría de las catástrofes de René Thom.En 1977, Ilya Prigogine ganó el Premio Nobel de Química por su teoría de las estructuras disipativas. Prigogine llama estructuras disipativas a los sistemas abiertos, es decir, a aquellos cuya estructura se mantiene por una disipación continua de energía. Esta disipación crea la posibilidad de un reordenamiento brusco hacia una mayor complejidad. Es una manera de explicar el enigma fundamental de la evolución biológica, que contradice la ley de la entropía creciente. Es también una manera nueva de pensar el mundo e, indirectamente, de entender la aventura humana. Reaparece el famoso aforismo de Bergson: "Le temps est invention ou il n'est rien de tout". El tiempo o es invención o no es nada. Se contradice la vieja hipótesis de Laplace, el espejismo de un determinismo absoluto. En puridad, si todo fuera previsible, no habría distinción entre pasado y futuro; no habría tiempo real.

Precisamente hay tiempo real en la medida en que no todo está predeterminado a prior¡, en la medida en que hay indeterminismo, en la medida en que el futuro es, a cada instante, ontológicamente imprevisible. Pero no existe un tiempo único y uniforme. Cada sistema tiene su propio tiempo. Incluso cada ser humano tiene su propio tiempo. Hace ya medio siglo, Lecomte de Noüy medía la edad biológica, en contraste con la edad física, en función de la velocidad de cicatrización de las heridas. Hoy diríamos que un organismo se mantiene joven en la medida en que la velocidad de las informaciones asimiladas compensa la velocidad de la entropía producida.

Me doy cuenta de que toda esa nomenclatura, entropía, información, fluctuación, disipación, sistema, resulta un tanto abstrusa. El caso es que se trata de un lenguaje -procedente, a menudo, de elegantes formalismos matemáticos- que habrá de irse filtrando en el habla ordinaria. Porque resulta insustituible, y porque concierne a cuestiones tan relevantes como son la salud, el control de la evolución, la creatividad, la salvaguarda de las especies. Un nuevo dinamismo recorre el nuevo paradigma. Estamos lejos de los tiempos en que Aristóteles daba como última referencia del movimiento la falta de movimiento (el primer motor era inmóvil); o de cuando la ciencia positiva buscaba, bajo el flujo de las cosas, algo que permaneciera (la masa, por ejemplo). La misma ley de la entropía tenía su lógica en base a un tiempo que terminaba por desaparecer en la suprema probabilidad de la muerte térmica. Hoy existe una tendencia a invertir estos planteamientos. Incluso en términos de motivación personal y de utopía colectiva. Queremos lo improbable y asumimos el azar. Queremos disipar más entropía de la que producimos, ascender en la escala milagrosa de la complejidad, anudar antagonismos antes contradictorios (¿qué otra cosa es el pluralismo?), interrelacionarlo todo con todo, cobrar conciencia ecológica, usar lógica cibernética. Crear novedad.

El nuevo paradigma destaca la importancia de lo aleatorio, de lo irreversible, el carácter creativo de la misma naturaleza, un poco en concordancia con la idea taoísta de una autoorganización espontánea. El nuevo paradigma nos habla de la creación de un nuevo orden improbable a través de los antagonismos, las fluctuaciones, las interferencias, los desórdenes parciales. La flecha del tiempo tiene dos posibles direcciones: hacia la entropía positiva o hacia la entropía negativa. Felizmente, cada hallazgo improbable hace más probables los nuevos hallazgos improbables.

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La Conspiración de Acuario

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También la entropía negativa tiene su pendiente, una pendiente que explica la aparición espontánea del orden a partir del caos.

Ahora bien, un nuevo pathos místico ha de conciliar este empuje innovador con la no-dualidad suprema de todas las cosas. Creatividad y advaita son la manera actual de terminar con el viejo pleito entre teoría y práctica. La pregunta por el sentido último de la vida, pongamos por caso, carece precisamente de sentido. Es obvio que el sentido no alcanza a lo último. Alguien abierto a la experiencia, comprometido con la realidad, no pregunta por las razones de existir, no obstruye el flujo dinámico de su propia participación en lo real. El nuevo paradigma, poco amigo de bizantinismos, conduce la des antropomorfización hasta un extremo. Los ecólogos conciben la naturaleza y al hombre como un todo único. Mozart decía: "Algo en mí crea". William Blake escribió: "Si las puertas de la percepción quedaran limpias, cada cosa aparecería como es: infinita". Ken Wilber proclama: "En la realidad no hay fronteras". Thérère Brosse glosa: "Si el hombre pierde su ego se convierte en todo".

Habíamos jugado al reduccionismo y al mito de la perfección. Hoy estamos sarcásticamente de vuelta. Eso es un místico, es decir, un explorador: alguien que está sarcásticamente de vuelta, en medio del ruido y del azar. Y tal es el tema de nuestro tiempo: conciliar la libertad con la incertidumbre, ascender en la escala de la complejidad, a la vez hacia lo nuevo y hacia el origen (lo que, en un artículo anterior, denominé lo retroprogresivo: lo retroprogresivo es la posmodernidad); tal es el nuevo sesgo de la aventura humana: conciliar los antagonismos desde un nuevo lugar meta, generar una nueva racionalidad, reencantar el mundo, apuntar a lo improbable. Son muchos quienes exploran en esta nueva dirección. Son los miembros invisibles de la llamada Conspiración de Acuario.

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