Los portugueses elegirán indirectamente el domingo sus primeros 24 'eurodiputados'
NICOLE GUARDIOLA Los portugueses acudirán a las urnas el próximo domingo para elegir los 250 diputados de la Cámara única del Parlamento, e indirectamente sus 24 primeros eurodiputados, ya que los vencedores de los comicios del 6 de octubre se repartirán entre ellos los 24 escaños reservados a Portugal en el Parlamento de Estrasburgo a partir de la entrada portuguesa en la Comunidad Económica Europea (CEE), en enero de 1986.
Desde la ruptura en junio pasado de la coalición socialista-socialdemócrata que apoyaba desde 1983 el Gobierno de Mario Soares y la disolución del Parlamento por el presidente portugués, general Antonio Ramalho Eanes, todas las fuerzas políticas lusas se han esforzado en convencer a los portugueses que su futuro depende, en buena medida y por muchos años, de su voto en los primeros comicios que se realizan después de formalizar la adhesión a la CEE.Los sondeos de opinión no parecen haber tenido otro resultado que aumentar aún más la confusión y la indecisión del electorado luso: a escasos días de los comicios, el número de potenciales electores que aún no han decidido si van a votar el próximo domingo y a favor de quién es muy superior a las intenciones de voto a favor de cualquiera de los llamados cuatro grandes partidos que decidieron la suerte de las anteriores elecciones generales desde la restauración de la democracia en abril de 1974.
Los portugueses tienen razones de sobra para desconfiar del futuro: con excepción de la Asamblea constituyente de 1975, ninguno de los cuatro Parlamentos que se eligieron hasta la fecha completó su mandato de cuatro años. Y en vísperas de su entrada en la CEE Portugal sigue siendo lo que era hace más de una década: el país más pobre de Europa occidental, después de Turquía, enfrentado a una recesión económica que agravó en los últimos años el paro, el atraso agrícola e industrial y las condiciones de vida de la mayor parte de los portugueses.
Cualquiera que sea el resultado de los próximos comicios -y pocos creen que los socialistas, único partido que no era partidario de la convocatoria electoral, consiga la victoria, y mucho menos por mayoría absoluta-, la estrategia paciente y hábilmente, urdida por Mario Soares para colocar a los socialistas en el poder en Lisboa ha sufrido un duro golpe.
Plan de estabilización
El plan de estabilización seguido en los dos últimos años ha resuelto el problema de la negociación de la deuda externa de Portugal, pero al precio de una recesión económica que provocó un profundo descontento social.
El Partido Socialdemócrata (PSD), que Soares asoció a las tareas de Gobierno con la intención de hacerle compartir el desgaste de una política considerada impopular, aprovechó un cambio de líder y la muerte del ex primer ministro Carlos Mota Pinto para tratar de tomar el liderazgo de la difusa oposición portuguesa, y el nuevo presidente del PSD, Aníbal Cavaco Silva, consiguió la hazaña de hacer olvidar, en tres meses que ministros de su partido integran a ún el Gobierno de Soares.
Un pequeño grupo de empresarios se ha dejado conquistar por las promesas de modernización hechas por el Partido Socialista (PS) y por las perspectivas abiertas a los sectores exportadores por la entrada en la CEE.
Las grandes asociaciones patronales, que en otros años pidieron, el voto para los partidos de la derecha, no esconden esta vez la división en sus filas. Muchos de sus miembros esperan de Cavaco Silva que ponga orden en la Adminístración del Estado, que.acabe con el clientelismo y la corrupción, que señale unas reglas del juego claras, a la vez firmes y flexibles, para la política económica y social.
Con 1,5 millones de afiliados, la Confederación General de Trabajadores portuguesa (CGT-intersindical), cuya dirección es mayoritariamente comunista, tiene un peso electoral considerable y se beneficia de la ruptura de la coalición socialista-socialdemócrata, que colocó en.una situación incómoda la dirección de su rival, la Unión General de Trabajadores (UGT), donde militan los sindicalistas de los dos partidos del Gobierno. Sin llamar directamente al voto comunista, la CGT ha subrayado el deterioro del nivel de vida de los trabajadores portugueses, y lo atribuye a la política "antipopular y de recuperación capitalista" del Gobierno PS-PSD.
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