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Reportaje:

De la revolución cultural al consumismo

La China que visitará Felipe González está embarcada en otra 'Iarga marcha', ahora hacia la apertura

Desde la caída de la banda de los cuatro y el fin de la revolución cultural proletaria, en 1976, seguido de las reformas de apertura económica y social propuestas por el congreso del Partido Comunista Chino en otoño de 1978, los chinos han iniciado una nueva larga marcha. Esta vez el objetivo, de la mano del actual líder, Deng Xiaoping, es una apertura político-económica. Un enviado especial de EL PAIS ve así este proceso tras una reciente visita a China.

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Más vale tarde que nunca

"Hoy en día en todas las familias chinas hay, por lo menos, una o dos bicicletas", dice con orgullo Zhu Ying Hua, el periodista-intérprete que me acompañó por todo el periplo de un mes de estancia en China. Zhu es un antiguo guardia rojo. Tenía 17 años cuando en su ciudad, Shanghai, nació, en septiembre de 1965, el fenómeno de la Revolución Cultural. Hoy quiere olvidar el pasado, pero no pierde su punto de vista crítico sobre una reforma aperturista que tiene también sus excesos, con casos de corrupción y de ciertas influencias capitalistas en la vida diaria de los más de 1.000 millones de ciudadanos chinos."Todos queríamos ser guardias rojos en las escuelas y en la Universidad", recuerda Zhu, "porque de seábamos aplicar a rajatabla los principios del Gran Timonel, Mao Zedong". Durante los meses que siguieron al nacimiento de la Re volución Cultural, Zhu desfiló junto a decenas de miles de jóvenes, por las calles de Shanghai. "Nos daba igual que fuera de noche o de día, lo importante era demostrar nuestro entusiasmo por el pensa miento de Mao".

Zhu siguió la llamada del destino revolucionario. En la primavera de 1969 dejó la ciudad más cosmopolita de China, la urbe portuaria de Shanghai, y se fue hacia el noreste, hasta la frontera con la Unión Soviética, en la Manchuria, "para llevar a la práctica el que es tudiantes e intelectuales fuéramos al campo para ser reeducados por la humildad de los campesinos".

"En una primera fase de mis cinco años y medio de reeducación", continúa Zhu, "trabajé en el campo, haciéndolo todo con las manos, porque, aunque había algunas máquinas, no las utilizábamos porque era revisionista". "Después", prosigue Zhu, "mi equipo fue destinado a tallar piedra a las montañas, con temperaturas de a veces hasta 40 grados bajo cero". También trabajó en la construcción de pozos para buscar las capas de agua subterránea que no estuviera helada. "No había casi comida.

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Del pan helado al televisor

El pan estaba casi siempre helado y había que cortarlo con sierras de leñador, para mojarlo en un tazo con soja, como única comida diaría". La, adversidad y la dureza del trabajo no impidieron que Zhu "escribiera poemas, durante la noche, para mis mejores amigos". Fue en estas circunstancias que conoció a su actual mujer, originaria de una familia burguesa, también guardia roja, en proceso de reeducación.

Zhu, un purista de la revolución, fue, incluso, depurado, dentro de los propios guardias rojos. "Cada mañana realizábamos una lectura del pensamiento de Mao. Una vez interrumpí al lector para hacer un comentario, y fui castigado y enviado otra vez a los trabajos más duros".

Al término de la Revolución Cultural -período durante el cual se cerraron las universidades en China y todo lo que tenía tintes de intelectualidad era considerado como antirrevolucionario- Zhu pasó a Pekín, adonde inició estudios de literatura e idiomas, especializándose en francés. Después trabajó en la prestigiosa Academia de Ciencias, hasta pasar a su actual labor de periodista-intérprete para visitantes extranjeros.

"Hoy vivimos con mi mujer y mi hija, de tres años, en una casa cómoda, y tenemos cubiertas nuestras principales necesidades". Zhu cumple las normas del partido de un solo hijo por familia, para no superar los 1.200 millones de habitantes en el año 2.000. Zhu gana unos 80 yuanes mensuales -unas 6.000 pesetas-, un salario inferior al de un trabajador del campo o de una fábrica. "Pero", añade, Zhu, "mi trabajo me gusta". Al término de la jornada, Zhu debe ir a buscar a su hija a la guardería, porque su mujer trabaja con horarios diferentes.

Sus padres y hermanos continúan viviendo en Shanghai, donde su hermano comienza a dedicarse, con fortuna y beneficios, a los pequeños negocios de tipo privado que permite la actual apertura económica china, dirigida por el nuevo líder, Deng Xiaoping. Mientras, los principales protagonistas de la Revolución Cultural, Jiang Qin -viuda de Mao Zedong-, Zhang Chun Qiao, Wang Hong Wen y Yao Wen Yuan, purgan condenas perpetuas en cárceles secretas chinas, después del juicio celebrado en 1980.

¿Por qué Zhu no se pasa al sector privado, como su hermano, para ganar más dinero? "Es una pregunta muy capitalista", responde Zhu, sonriendo. "A mí me giasta", continúa mi amigo chino, "mi actual trabajo, y quizá un día tener más tiempo para escribir libros de poesía". Zhu, que no ha perdido su esencia de autocrítico, considera muy positiva la reforma, pero es duro con los casos de corrupción o influencias capitalistas que ella comporta en algunos casos.

Sin embargo, Zhu, de 36 años de edad, es pragmático a imagen de sus líderes políticos. Durante el viaje de Xian a Shanghai, Zhu compró una sandía para sus padres, "porque en Shanghai serán más caras, o igual no hay". Al llegar a su ciudad natal de Shanghai, en las calles y mercadillos abundaban las sandías y otras frutas y legumbres. "Es verdad", reconoció Zhu, "que la reforma ha aportado un incremento del nivel de vida para todos nosotros". Hoy los 1.036.000.000 de chinos no sólo tienen con qué comer todos los días -cosa que no ocurría durante la Revolución Cultural-, sino que en sus casas hay ventiladores para el verano, radiotransistores, televisión y -ioh, superlujo!- muchos aspiran a comprar una nevera o adquirir un televisor en color.

Zhu, con uno de los salarios medios más bajos en China, tiene dos bicicletas en casa. Tal es el mejor mensaje de la reforma que parecen comprender todos los chinos, a pesar del respeto histórico que les queda para el pensamiento de Mao Zedong y el mea culpa colectivo por la época de la Revolución Cultural.

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