El arlequín electrónico
Primero se piensa en el caballo de Tom Mix y en el perro Rin Tin Tin, albores del cine. También iban a salvar a sus amos de las ligaduras de los malos. Eran animales poderosos e inteligentes, prolongación del caballero; que ahora el refuerzo sea un automóvil no es más que una consecuencia normal del sentido mecánico del auxiliar en la civilización: del animal de servicio se ha pasado a la máquina de servicio. Que, además, habla; en realidad es un computador- automóvil.Cuando habla, tiene un acento humorístico respetuoso, una curiosa superioridad humilde en la que se llegará a reconocer un antecedente literario inmediato, el mayordomo inglés. El admirable Crichton -de Barrie- o Jeeves -de Woodebouse-, que a su vez son versiones- educadas del travieso, del impagable Arlequín. Personajes, como el gracioso de la comedia española, que son la mezcla de dos culturas de clase, la del pueblo y la del señor, que arrojan una imagen risueña, una especie de doble espejo en el que cada lámina deforma a la otra. El ordenador amable y simpático del cine y la televisión tiene las dos culturas de hoy, la humanística -sentido de la justicia, interpretación del bien y del mal- y la técnica -multiplicación o prótesis genial de los poderes del hombre-, dentro de lo estrictamente servicial. El robot gordo y el robot flaco de La guerra de las galaxias tenían ya estas condi ciones. Y cualquiera que maneje un ordenador doméstico sabe que sus programadores originales le han dotado de una serie de recursos de humor, de respuestas o de imágenes inesperadas para algunas situaciones con la misma ley literaria: su superioridad está tranquila y graciosamente humillada. Es el esclavo ,al que no hay que tener miedo, el criado respondón pero que no abandonará nunca la familia. De aquí a pasar al ordenador profesional que sustituye al obrero sin sindicato, sin huelga y sin revolución no hay más que un paso. Ya se conoce.
Un limbo
Todo son claves en esta serie llamada aquí El coche fantástico, que da el primer canal todos los días después del telediario de las tres. Están en esa especie de limbo entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo que se dice algo más que a medias y lo que no se subraya demasiado. El caballero andante se llama así, Caballero -Knight-, y no casualmente tiene nombre de arcángel, Michael. Su misterioso jefe, Devon Miles, está caracterizado casi de bueno radiante y preside la Fundación para la Ley y el Orden. Está claro que no son cosas de esta tierra: el sheriff puede ser una bestia que tortura y mata, con sus brutales agentes, al servicio de un juez corrupto que lo roba todo, pero el caballero y la fundación hacen triunfar la otra justicia, la que no es de este mundo.El papel de la mujer es interesante: hay una bella asexuada que es la que ha dado a luz -construido- el automóvil justiciero y la que lo mima y lo cuida en sus momenios de des canso. Pero hay otras mujeres: las que pasan apuros, las burla das, por la justicia de este mundo, las que necesitan del caballero andante y su escudero o Arlequín. Ésas sí tienen sexo y, de cuando en cuando, moderada mente -es una serie que tiene que tener público infantil-, se acuestan con el caballero. La Edad Media queda rectificada. Y las damas no tienen por qué ser damas del pensamiento de nadie cuando ese alguien, y ellas mismas, tienen otras posibilidades de acción. Como pasa con Mike Hammer, que es otra versión, ruda y áspera, del caballero andante.
Esta mezcla de El coche fantástico parece a su vez dictada por un ordenador que ha aconsejado la mezcla de lo religioso, lo caballeresco, la arlequinada y los atributos de la modernidad. Un ordenador, sin duda, mal pagado: a fin de cuentas ha aconsejado solamente una serie cuyos 21 capítulos se han visto todos con el esfuerzo de ver uno solo. Un ordenador cansado. O mal interpretado por los humos.
El coche fantástico se emite diariamente en la emisión de tarde de TVE-1.
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