Buen reparto para nada
Hay religiones que consideran el sábado como un día sagrado en el que no debe perderse ni el tiempo ni la fuerza en objetivos que desvíen la atención de lo fundamental. Este sábado es de los que exigen del cinéfilo o del simple amante del espectáculo el salir de casa y buscar en las pantallas o escenarios de los locales públicos la magia que no les va a ofrecer el televisor de la casa de Prado del Rey.Ni Triple cross ni mucho menos La llamada del lobo son películas dignas de la concentración sabatina.
La segunda es una modestísima coproducción italo-española en la que lo más destacado es la presencia de una Joan Collins aún no reciclada por la televisión norteamericana. Se trata de una secuela de los en otro momento famosos spaghetti western, subproductos en los que se citaban algunas estrellas internacionales en decadencia con algunos actores españoles e italianos en los papeles secundarios, todos ellos arropados por un buen número de figurantes prestos a morir al primer disparo. En este caso la situación se sitúa en Alaska, lo que confiere a los exteriores una peculiar pátina surrrealista.
Falso prestigio
Triple cross es una nueva demostración del infundado prestigio artesanal de Terence Young, un cineasta al que se le han atribuido unos méritos profesionales que nunca le correspondieron. Lo mejor de Young fue ideado por sus productores y lo peor, por él mismo.
En Triple cross el cineasta goza de demasiado protagonismo y las estrellas quedan sometidas a las trivialidades del guión, biopic de Eddie Chapman, un espía a la fuerza, pues la verdadera vocación de Chapman era la de salteador de cajas de caudales y si se convirtió en espía doble se debe a los avatares de la Segunda Guerra Mundial.
El reparto de la cinta es lo más tentador de la misma. Christopher Plummer es uno de esos actores que siempre han estado por encima de sus papeles. Sólo Nicholas Rayen Wind across everglades sacó buen partido de este excelente intérprete habitualmente empeñado en proyectos que no le merecen; Rorny Schrieider era en 1967 una estrella europea que tanteaba su lanzamiento internacional; Yul Brynner ya se había convertido en una star en decadencia, en una figura que prefería el teatro al cine, y su presencia aquí responde a la necesidad de mejorar las expectativas de las ventas en todo el mundo; la presencia de Claudine Auger era un mero nombre y unos ojos algo bizqueantes envueltos en la aureola equívoca de haber enamorado o seducido momentáneamente a James Bond.
El resto son uniformes nazis, decorados cuidadosamente construidos y una narrativa convencional y previsible que se queda en los fuegos de artificio. A destacar la fotografía de Henry Alekan, uno de los pocos especialistas en la materia que se atreve a cambiar la iluminación a mitad de una secuencia.
La llamada del lobo se emite hoy a las 16.00 horas en TVE-1, y Triple cross a las 22.40 en la misma cadena.
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