El 'paraíso' de las nuevas zonas económicas especiales
Hace cinco años, los dirigentes chinos decidieron crear cuatro zonas económicas especiales y abrir 14 ciudades portuarias o costeras a la inversión extranjera. Todo ello con la finalidad de atraer capital y tecnología extranjeros, vitales para el desarrollo de China en su programa de modernización. Un enviado especial de EL PAIS visitó recientemente la primera zona económica especial (ZEE), creada en la región de Shenzhen, en el sur del país, en la zona fronteriza con los nuevos territorios y Hong Kong, colonia británica que pasará a la soberanía de China en 1997.
Shenzhen era un área de campos de arroz y otros cultivos hace cinco años y contaba con una población de unas 50.000 personas Hoy es casi un bosque de grúas que giran día y noche en la construcción de altos edificios que parecen destinados a igualar a los rascacielos del vecino Hong Kong capitalista, situado a me nos de 30 minutos en tren. Actualmente viven en Shenzhen unas 600.000 personas, dotadas de permisos especiales de residencia, a los que no pueden tener acceso cualquier chino que lo desee. Shenzhen es una especie de coto privado tanto para la reforma económica como para el mayor nivel de vida y de consumo del país. Aquí, los jóvenes han cambiado las bicicletas por las moto japonesas.De experimento, de proyecto piloto y de nuevo fenómeno de la sociedad socialista fue calificado hace dos semanas, en Pekín, el caso de la ZEE de Shenzhen por parte del hombre fuerte de la reforma china, Deng Xíaoping.
Para atraer inversión capitalista, calculada ya en unos 600 millones de dólares en Shenzhen -4.100 millones de dólares en toda China desde el inicio de la reforma, hace cinco años-, las autoridades conceden beneficios fiscales a las empresas que se instalen en la ZEE. La mitad de impuestos (del orden del 13%) que en el resto de China, en un tema, el impositivo, donde una nueva y ambigua legislación preocupa con vistas al futuro a los inversores extranjeros.
En el área de la zona industrial de Shekoti (la boca de la serpiente) hay 180 proyectos en marcha. La multinacional japonesa Sanyo cuenta con flamantes fábricas, con una mano de obra que cobra el doble que el resto de lo trabajadores chinos, pero que es el 40% más barata que la de Hong Kong y, posiblemente, hasta el 80% más baja que la de los obreros nipones.
Luks Industrial, una firma con capital y tecnología de Hong Kong, también ha elegido, entre otras muchas empresas, la zona de Shenzhen para fabricar 300 televisores diarios. El 70% de ellos son para la exportación, vía Hong Kong, que se encuentra sólo a 40 kilómetros. Pepsi-Cola, con un director español al frente, ha montado igualmente su punta de lanza hacia el mercado chino en Shenzhen. Exporta el 80% al área del sureste asiático, mien tras espera pacientemente que más de 1.000 millones de chinos se vuelvan adictos a las bebidas de colas.
Sin embargo, tanto Shenzhen como otras zonas prioritarias en la reforma económica china son actualmente motivo de polémica El mercado potencial de consumo es enorme, aunque el nivel es muy bajo. A pesar de sus más de 1.000 millones de habitantes y de las necesidades sobre muchos tipos de productos, las condicio nes para el acceso al mercado chino requieren verdaderas artes de malabarismo por diferencias de tradiciones, cultura y siste mas. Otro aspecto nada despreciable es que las empresas mixtas goint-venture) se hacen a 15 o 20 años vista; después se negociarán los acuerdos, de común acuerdo, entre ambas partes, lo que deja abiertas muchas incógnitas en un país de tradiciones históricas con muchos cambios pendulares. Los chinos quieren capital y tecnología extranjeros, pero hay que comprometerse en toda inversión a reexportar parte de la producción para promocionar la entrada de divisas en el país. Hay que tener, en definitiva, mucho fuelle y capacidad de aguante para abordar el mercado chino, en opinión generalizada entre hombres de negocios occidentales.
Después de un crecimiento anual espectacular -del orden del 10,7% para la industria y del 11,7%. para la agricultura- desde 1981, cuando las previsiones oficiales eran sólo del 4% al 4,5%, el boom económico chino peligra con desbordarse. Falta electricidad para que las fábricas puedan mantener su ritmo de 24 horas de producción, en tres turnos. Los barcos se agrupan en las entradas de los puertos, esperando semanas y semanas antes de poder descargar. Y otro factor significativo: la subida de las importaciones de todo orden ha generado una fuerte caída de las reservas de divisas a un nivel de 11.260 míllones de dólares en marzo último, cuando eran de 16.670 millones en septiembre de 1984.
La mayoría de los observadores económicos coincide en la falta de cierta transparencia en la política china para las inversiones -sobre todo en el sector fiscal y en la ley de sociedades y que el Gobierno debe procurar que la reforma no se descontrole si China quiere conseguir su objetivo de cuadruplicar su producción agrícola e industrial entre 1980 y el año 2000. Y, en definitiva, elevar de los 350 dólares anuales hasta los 8.000 de renta per cápita, en los próximos 15 años, para los habitantes del país más poblado del planeta.
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