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Margaret Thatcher, irritada por el fracaso de la 'cumbre' de Milán

La primera ministra británica, Margaret Thatcher, cuyo estado de ánimo tras el fracaso de la cumbre de Milán ha sido descrito por uno de sus colaboradores como de "frustración e irritación", dará hoy cuenta a la Cámara de los Comunes de las conversaciones mantenidas el pasado fin de semana por los líderes de la CEE.Mientras tanto, la opinión generalizada en el Reino Unido es que la reunión de Milán, lejos de significar un paso hacia delante en la construcción de Europa, ha significado un retroceso.

El Gobierno británico había preparado meticulosamente su participación en la reunión comunitaria en la creencia de que podría desempeñar un papel de mediador entre las posiciones defendidas por los seis miembros originalmente signatarios del Tratado de Roma -Francia, Alemania, Italia y los tres países del Benelux- y el resto de los miembros del Mercado Común.

La posición británica se podía resumir en una palabra: praginatismo y ausencia de lo que en Londres se califica de eurorretórica. Se pretendía dar pasos concretos con el fin de convertir a la Comunidad en un verdadero mercado común en 1992 con la supresión total de las barreras aduaneras y se proponía incluso una casi prohibición de la utilización del derecho de veto nacional. A lo que no estaba dispuesto el Gobierno británico era a una reforma de la noche a la mañana de los términos del Tratado de Roma como la pretendida por Alemania y Francia, entre otras cosas, porque tal reforma choca de plano con los poderes del Parlamento de Westminster.

En Londres se ha calificado al documento propuesto por alemanes y franceses de "simple copia de la propuesta británica a la que sólo se ha cambiado el título", y una fuente cercana a la primera ministra manifestó, con referencia a las similitudes entre los dos documentos, que "el plagio era la mejor forma de adulación". Los negociadores británicos todavía esperaban el pasado sábado por la tarde poder llegar a una fórmula de compromiso que fundiera las posiciones de los dos bandos.

Al final de la reunión, una Thatcher descorazonada declaraba a los periodistas que Ias esperanzas puestas en la reunión han sido defraudadas". "No es que esté irritada", añadió; "es que lamento que se haya perdido una oportunidad de avanzar". Pero la diplomática declaración de la primera ministra no era compartida por su jefe de Prensa, Bernard Ingham, para quien Margaret Thatcher "no es que esté irritada, sino que está furiosa: con una furia parecida a un volcán en erupción".

La irritación de Thatcher proviene principalmente de los seguros ataques que sufrirá hoy por parte de la oposición socialista y del ala derechista de su propio partido.

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