Conductas impropias
Néstor Almendros, reconocido director de fotografía, uno de los más consagrados en la actual industria del cine, y Orlando Jiménez Leal, mediocre director cubano en el exilio al que se debe una comedia notable, El súper, y un filme repelente, Me olvidé de vivir, con Julio Iglesias y aquellas trillizas de la televisión, realizaron un documental anticastrista de dos horas, Conducta impropia, que José-Miguel Ullán ha presentado con todos los honores en su programa Tatuaje, de TVE. En él la denuncia de la intolerancia del régimen de Castro se articula en torno a la persecución de la homosexualidad que tuvo lugar de forma directa entre 1965 y 1967, desprestigiando el movimiento revolucionario cubano en el ánimo de numerosos intelectuales europeos, aunque más tarde el Gobierno castrista reconociera haberse equivocado.En las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) los homosexuales fueron encarcelados, humillados y, más tarde, invitados al exilio. La cifra de 60.000 detenidos, que parece posible, fue la que el poeta Virgilio Piñeira confesó, asustado, a Juan Goytisolo. El movimiento revolucionario de Castro, que reestructuraba entonces las bases económicas, culturales y políticas de la isla, perdió el control en su defensa de enemigos, infiltrados y seres impropios, con esa nerviosa mezcla de improvisación de las revoluciones amenazadas y del machismo heredado de la cultura española.
El filme recoge 28 testimonios, algunos verosímiles y significativos, y otros, como el del niño Robertico, narrado por Armando Valladares, más propio de la literatura folletinesca de los melodramas seriados. Todo parece valer en el panfleto. No se recogen declaraciones de los homosexuales que hoy viven en Cuba ni de las rectificaciones que aquella persecución tuvo.
En la polémica que, tras la película, mantuvieron en el Village Voice Néstor Almendros y el director cubano Tomás Gutiérrez Alea (Memorias del subdesarrollo, La última cena ... ), éste reconocía: "Los campos de trabajo donde fueron a cumplir el servicio militar una buena cantidad de homosexuales fueron un error y constituyeron un escándalo que afortunadamente culminó con su desaparición y una política de rectíficación en ese sentido. Sin embargo, en el documental se habla de eso como si se tratara de algo que ocurrió ayer o de algo que sigue vigente".
Crítica global
Es ésa la trampa dialéctica de Conducta impropia. A través de una defensa de la libertad homosexual, tan necesaria en Cuba como en la mayoría de países (sigue en España vigente la ley de Peligrosidad Social, con la que, como se sabe, encarcelaron los jueces a muchos homosexuales y a otros que no lo eran pero que también adoptaron una conducta impropia), se hace una crítica global al régimen socialista de Castro. Entre declaraciones de intelectuales y homosexuales se incluyen las de otros entrevistados de menos peso. Uno de ellos, por ejemplo, asegura que los turistas no tienen libertad de movimientos en la Cuba que visitan, obligados siempre al autocar o al taxi, como si andar estuviera prohibido. Es un dato falso.En el montaje de Orlando Jiménez Leal se pierde el rigor. Que una señorita mulata se sorprenda en París de que la prostitución en Cuba sea mejor pagada por la clase dirigente, como si ello pudiera ser exclusivo del régimen de la isla, o que los travestidos que ahora viven en Nueva York denuncien sus propias relaciones homosexuales durante su estancia en La Habana, no parecen datos relevantes.
Sí lo son, en cambio, los que denuncian la intolerancia desde perspectivas más amplias (Susan Sontag, por ejemplo), al referirse al tradicional puritanismo de la izquierda, o el de Juan Goytisolo, que fecha su negativa impresión de la persecución homosexual en 1967.
La habilidad del filme -aunque es realmente torpe y esquemático en sus planteamientos dialécticos- consiste en agrupar el aplauso contra la estructura socialista cubana, es decir, en ser bien recibido incluso entre quienes perseguirían o persiguen la homosexualidad en sus propios países.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.