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Semifinales de los torneos europeos de fútbol

La nueva proeza madridista en la Eurouefa, en peligro

La grandeza del fútbol volvió a relucir ayer noche en el Bernabéu. Lo insólito, lo inesperado, el más difícil todavía, se reprodujo. En él, todo es posible. Incluso que no valga para nada todo su esfuerzo. Y el Madrid, otra vez de protagonista. Del cero, al infinito. Increíble, pero cierto. Un equipo roto, deportiva y moralmente, renació de sus cenizas. Pero la emoción no parece haber terminado. La clasificación del equipo blanco para la final de la Copa de la UEFA no es definitiva por culpa de un desaprensivo.El Madrid, en lugar de jugar ya con seguridad el día 8 de mayo en Budapest frente al Videoton, húngaro -que defendió ayer su 3-1 de la ida, pese a perder en Sarajevo con el Ze1jeznicar por 2-1- podría tener que hacerlo antes, de nuevo, frente al Inter. La UEFA tiene la palabra ante la astuta reclamación italiana. Sería un tercer partido con causa extradeportiva, pero inapelable, tras la sustitución del defensa Bergomi, alcanzado por una canica. Lamentable solución porque lo triste es que el Madrid europeo jugó otra vez espléndidamente.

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El equipo de Molowny superó el mal planteamiento del Inter, que sólo pudo levantar alguna vez cabeza gracias a Altobelli. Stielike, con 2-0 en el marcador, salvó bajo los palos el gol que hubiese sido quizá insuperable después. Fueron los primeros minutos de la segunda parte, los únicos buenos del Inter. Pero Molowny, para completar su buena dirección, puso rápidamente a San José sobre el capitán interista, en lugar de Fraile, continuamente desbordado. Y luego sacó a Juanito, que incluso pudo marcar dos veces con su calidad tanto tiempo olvidada y vilipendianda. Camacho anuló otra vez a Rurrimenigge. Stielike fue un valladar. Pineda, Santillana y Valdano hasta se entendieron. Ayer brilló todo el Madrid, aunque también se aprovechó del desconcierto aún mayor del rival tras la sustitución de Bergomi.

El Madrid se transformó, marcó los goles en los momentos justos -a poco del comienzo; cerca del descanso y contestando inmediatamente, tras el intermedio, a la reacción interista-, pero también fue ayudado por un flojo Inter. Molowny colocó a Chendo sobre Brady, el cerebro, y le quitó las alas al rival. Castagner, entrenador in terista, dejó, en cambio, a Gallego tan suelto como Amancio al irlandés en Milán, y también se olvidó de Michel, que no jugó allí, como si no lo conociera. O, simplemente, sucedió que Sabato y Cuchi, sus pares teóricos, volvieron a de mostrar su nulidad. Para colmo, Bares¡, un fiero marcador, como pueden atestiguar los riñones de Butragueño, salió a pasearse, a cerrar huecos, cuando lo que había eran socavones y él solo sabe estar encima del rival. Sólo al final frenó un poco a Pineda, que remató al poste poco después del 1-0.

El Inter, que amagó lo que parecía un magnífico pressing inicial, esperó después demasiado atrás al Madrid, dejándole maniobrar. El equipo madridista, que llevaba seis partidos sin marcar un gol, metió tres imparables, como mandan los cánones, rasos y junto a la cepa del poste. Y pudo marcar más. Zenga hizo tres paradas espléndidas a disparos de Chendo, Juanito y Pineda, y el gol rondó bastantes veces más.

Lo triste ahora, con tanta hazaña, con tanto apoyo de un público que hasta aplaudió a Juanito y se reconcilió con sus jugadores, es lo que puede suceder. Aunque otro partido uniría a la decepción nuevas emociones. El Madrid y esta Copa de la UEFA pasarán a la historia.

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