Un país sin esperanza
Cuando se inicia el undécimo año de destrucción, los libaneses no otean el final de su calvario
"Diez años y no hay la más remota esperanza ( ... )", afirmaba ayer en su editorial de portada el Daily Star, diario en inglés de Beirut, y justamente por eso "este 13 de abril de 1985 es un día de tristeza", porque "no significa el final de un conflicto que ha durado una década y tiende ahora a decrecer, sino el inicio de un undécimo año de combates e inseguridad".Con la sinceridad que caracteriza su lenguaje, la principal figura de la izquierda nacionalista y jefe de la milicia drusa, Walid Jumblat, lo suele repetir hasta la saciedad: "La guerra no está acabada". Lo dijo en diciembre al inaugurar un orfelinato, lo reiteró en febrero tras la retirada israelí de Sidón, y su emisora de radio, La Voz de la Montaña, lo volvió a recordar ayer.
"¿Será 1985 el último año de nuestras calamidades?", se preguntaba el rotativo en inglés antes de contestarse a sí mismo que "es imposible predecirlo". Menos cauto, el periódico conservador Al Anuar vaticinaba que este décimo aniversario señala probablemente el inicio de una nueva etapa de violencia.
Más pesimista aún, el semanario en francés Magazine presentaba en una de sus recientes ediciones dos caricaturas impregnadas de humor negro de una célebre niña libanesa. de seis años de edad, Remi Bandali, que se colocó en 1984 en cabeza del hit parade local con su interpretación de una canción titulada Salven a la infancia.
En el primer dibujo, la pequeña artista aparecía hoy en día cantando su famosa melodía desde una tarima cuyo telón de fondo era un Beirut en ruinas. En el segundo, Remi Bandali era representada en el año 2044, ya viejecita y casi sin voz, tarareando su Salven a la infancia en una ciudad completamente arrasada.
La estadística del número de víctimas mortales de la violencia durante el pasado marzo, puntualmente comunicada por la gendarmería a principios de este mes de abril, tampoco induce al optimismo, con un saldo de 380 muertos, casi la mitad a consecuencia de la explosión de 51 coches bomba y el resto en los diferentes frentes. Aunque marcados por una violencia inaudita, en la que los combatientes heridos han sido a veces rematados con sierras eléctricas por sus adversarios y terroristas enlo quecidos han aparcado coches bomba ante la puerta de colegios frecuentados por niños de una u otra confesión, los nueve primeros años de la guerra transcurrieron sin trastornar excesivamente la relativa prosperidad de los libaneses.
La crisis sólo se empezó a notar en los bolsillos de los ciudadanos de a pie durante el décimo año de la contienda, y el undécimo, que acaba de empezar, será, pronosticaba ayer el periódico L'Orient Le Jour, "el desastre económico". Este afecta ya gravemente no sólo a la gente modesta y al millón de refugiados -un tercio de la población- desplazados en su propio país, sino a una burguesía comerciante que modifica paulatinamente, para empobrecerlos, sus hábitos alimenticios.
Las cifras no pueden ser más elocuentes. La libra libanesa ha perdido en 12 meses un 70% de su valor en relación al dólar; las exportaciones han disminuido en
Un país sin esperanza
dos años en un 57%, y las remesas de los emigrantes, en un 80%; la balanza de pagos acusa un déficit de 1.400 millones de dólares. Con tan sólo 716 millones de dólares, las reservas de divisas se encuentran a un nivel tres veces inferior al de 1982; la deuda interna ha aumentado en un 600%, y el déficit presupuestario representa la tercera parte del producto nacional bruto.Humor macabro
Algunos, como el humorista Gaby Nasr, parecen opinar que la pauperización acelerada contribuye a apaciguar los ánimos, porque, recalcaba el jueves en su columna de L'Orient Le Jour, en vez de discutir de política, "su amigo, su vecino o su colega le contará, jactándose y con la lengua babosa, el negocio del siglo que acaba de hacer comprando una cajita de queso boursin por sólo 15 libras" antes de que el tendero haya tenido tiempo de cambiar la etiqueta adaptándola al alza del dólar.
Lejos, en realidad, de sustituirlos, el desastre económico se ha añadido a los endémicos problemas político-religiosos de un país en el que, aunque en otros frentes, los palestinos siguen combatiendo 10 años después a las milicias cristianas, que luchan además con nuevos protagonistas de la conflagración, como los grupos armados drusos o shiíes, enfrentados, estos últimos, con el Ejército israelí.
A pesar del odio acumulado a lo largo de la década entre comunidades confesionales, nadie, ningún diario ni ningún político preconiza todavía la partición del país en cantones o miniestados confesionales. Nada más curioso que comparar ayer los editoriales de primera página de dos rotativos de signo tan opuesto como As Safir (izquierda musulmana) y Le Reveil (derecha cristiana).
"Si la reunificación de Líbano ha demostrado ser difícil", hacía hincapié el primer periódico, "la partición lo es aún más", a lo que el diario del bando enemigo contestaba compartiendo esta tesis al afirmar que, a pesar de lo sucedido, "no hay alternativa a la coexistencia entre libaneses".
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