Mañana, la libertad
Más de 170 futbolistas profesionales quedarán libres este año tras la abolición del derecho de retención
Más de 170 jugadores van a quedar libres, dispuestos a negociar con cualquier empresa (club) en igualdad de condiciones. Los hay jóvenes y desconocidos, los más; jóvenes con proyección, como Serna o Quique; maduros y modestos, como Zúñiga; famosos, pero de edad avanzada, como Santillana. Los menos, pero la mercancía más apetitosa, son las estrellas maduras. Como Gordillo. Rafael Gordillo, el internacional bético, ya no volverá a realizar declaraciones como aquella del 20 de mayo de 1982, en vísperas del Mundial de España: "Estoy bien pagado, pero si el Betis me traspasara ganaría un dinero. Qué le vamos a hacer, no me dejan salir". Gordillo está dispuesto a salir. Madrid, Barcelona y el fútbol italiano le reclaman. Con muchos millones encima de su increíble pierna izquierda. O Maceda, el líbero de la selección y del Spórting, el club que le contrató hace años por 1,5 millones de pesetas al Acero valenciano. Por 40.000 duros no se quedó en su tierra. En 1983 declaraba: "Los jugadores deberían fichar por el equipo que quisieran, pero es imposible".
Su primer sueldo fue de 12.000 pesetas como peón en una obra. Ahora le pueden ofrecer 100 millones de pesetas por trabajar los próximos cinco años en una nueva obra, en una casa de fachada blanca que se derrumba por momentos y que es necesario apuntalar primero, y reconstruir después.
Se acabó el llamado derecho de retención. Sólo un nuevo acuerdo entre patronos y obreros (clubes y futbolistas) podría suponer el mantenimiento de lo que a partir de 1979 pasó de llamarse retención eterna a derecho de los clubes a prorrogar el contrato a sus jugadores según su edad y por tiempo ya limitado. Lloran los presidentes, tiemblan bajo la palabra libres, y hasta los jugadores se frotan los ojos, incrédulos y desconfiados. También temen las desventajas -¿acaso existen?- de la libertad.
Los futbolistas tardaron años, demasiados, en advertir su exacta y real situación. Quizá escondidos en esa apariencia de imagen idolatrada y en algunas situaciones de opulencia económica. Aún hoy, con un cambio sustancial en el fútbol español a partir del final de temporada, sigue sin calar del todo la frase de Quino, ex internacional y ex presidente del sindicato de futbolistas: "El hombre que es capaz de defender su dignidad es capaz de defender cualquier cosa que merezca la pena, en cualquier momento".
El primer rebelde
Joaquín Sierra, Quino, tenía la virtud de cabecear bien el balón a la red, y el defecto de pensar. Un buen día Quino se negó a jugar en el Betis porque quería ser libre, abandonó fama, éxito y hasta renunció a un millón de pesetas que le correspondía -un millón de los de los años sesenta- por esa dignidad de la que hacía gala. Tardó un año, pero el Betis claudicó, y, aunque no le concedió la llamada carta de libertad, permitió su traspaso al Valencia por 18 millones de pesetas.
Aún tuvo que pasar otra década desde lo de Quino para el comienzo del período abolicionista. Tras la extinción en 1983 de los acuerdos AFE-clubes de 1979, y en los que se contemplaba ya sólo el derecho a prorrogar el contrato, y las decisiones finales de Magistratura de Trabajo y posteriormente del Tribunal Central, la abolición de la retención se consumó este año.
Se había conseguido en este apartado la revolución futbolística. Revolución, lo que algunos definen como "una acumulación de reformas que consigue el mismo resultado sin que ello implique lo que León Blum llamaba las 'vacaciones de la legalidad'". Los futbolistas caminan fuera del césped a impulsos de pequeñas reformas.
Ya no se darán más casos Quini, por ejemplo. Enrique Castro, Quin¡, El Brujo, otra vez en el Spórting. Un goleador nato, cotizado, que permaneció 12 temporadas en el equipo gijonés, de 1968 a 1980 donde obtuvo cinco pichichis -dos de ellos en Segunda División-, retenido continuamente pese a las ofertas de otros clubes, que dejó de ganar mucho dinero por esa carencia de libertad para ejercer su profesión en el equipo que más le pagara y que, finalmente, pero ya con 32 años, logró el traspaso al Barcelona. Eso sí, el Spórting se embolsó 80 millones de pesetas. Quini firmó tres temporadas, con 12 millones de ficha anual.
El Barça le impuso, y él aceptó, una cláusula feudal para que no trabajara en otro equipo después de su homenaje, también incluido en el contrato. El futbolista se la saltó por las bravas.
Jorge Valdano fue más previsor. El hoy madridista firmó tres temporadas con el Zaragoza, al término de las cuales el club le pudo retener dos años más. Valdano aguantó la doble retención aunque la subida de sus honorarios fuera del 10%, y luego quedó libre. El club que le contratase debería llegar a un acuerdo directamente con un jugador libre. Así pudo conseguir una sustanciosa cantidad por su ingreso en el Real Madrid. Y el club se benefició de no pagar traspaso al Zaragoza.
Atrás había quedado su sorpresa, y la del paraguayo Amarilla, que sigue en Zaragoza, por el no menos sorprendente descubrimiento de un contrato mercantil firmado sin conocimiento de la mercancía (Valdano y Amarilla), por los presidentes del Barcelona, Josep Lluís Núñez, y el anterior del Zaragoza, Armando Sisqués. En aquel contrato el club azulgrana pretendía asegurarse el concurso de Valdano por 150 millones, y por 100 el de Amarilla. Esto a cambio de la cesión de tres jugadores al conjunto zaragocista, uno de ellos el internacional Salva.
La nueva batalla
Serna, el central del Sevilla, surgido de la cantera, quiere 30 millones por tres temporadas con los que empezar a resarcirse de su bajísima ficha anterior, inferior al millón de pesetas. O Quique, la figura del Rácing de Santander, que le ha pedido al club 60 millones por seguir los próximos cinco años. Las 8 o 10 estrellas del fútbol nacional podrán cumplir directamente su sueño de fichar por el club que más le ofrezca, mientras que las perspectivas del resto de los futbolistas no van a diferir excesivamente de las actuales, con el añadido de que podrán seguir en el club por propia voluntad incluso aquellos a los que se les ofrezcan rebajas de contrato para sanear déficit. Pero ya de común acuerdo con los dirigentes y no por decisión unilateral.
El impacto global para profesionales y clubes, para jugadores y canteras, como en cualquier revolución, queda aún por definir ante un cambio de mentalidad, para algunos traumático. Dirigentes y los propios futbolistas, todos temen lo desconocido, un futuro distinto. El mismo futuro de las canteras, ¿Es un coste o inversión? Para salvarlas, los clubes profesionales quieren aplicar un sistema de indemnizaciones interclubes por la formación y promoción de futbolistas cuando alguno pase de un equipo a otro, y la Federación deberá utilizar una fórmula común para los clubes modestos. Los jugadores dicen que eso es un derecho de retención encubierto.
La abolición de la retención del futbolista significa la implantación de la ley de la oferta y la demanda. Tan salvaje como efímera es la vida deportiva. Patrones y obreros ofrecerán y pedirán, a partir de ahora, a tenor de los recientes méritos del futbolista, sus lesiones, su edad. El futbolista será una pieza más de la producción que el empresario desechará si está vieja, al menos que no se rebaje el precio. Asistiremos al proceso, normal en Estados Unidos, en que una estrella del deporte gana menos dinero conforme aumenta su edad.
El empresario tendrá que cumplir el contrato firmado, no como hasta ahora que reinaba la rescisión unilateral. El futbolista tendrá que cumplir su contrato, y si quiere cambiar de club, deberá compensar a su empresa.
Los límites de la libertad absoluta ya están regulados en Europa y Estados Unidos. En Inglaterra, por ejemplo, un club que pide una cantidad desorbitada por uno de sus jugadores y no concreta el traspaso, está obligado a aumentar en un 10% la ficha de su estrella en relación a lo que ha solicitado. Por Hugo Sánchez, el Atlético pidió 400 millones el año pasado, sin éxito en la venta, y el jugador siguió con su misma ficha anual de 12 millones. De haberse aplicado la normativa inglesa, la ficha de Hugo Sánchez hubiera subido automáticamente a 40 millones.
Jesús Samper, asesor de los clubes profesionales, viaja por la Europa del Mercado Común, para estudiar los sistemas económicos del fútbol, con los que encarar la reconversión, la libertad de todas, las partes.
Una nueva batalla está a punto de comenzar; pero las situaciones no son cosas del Mercado Común, sino del sentido común.
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