Más valía
que Barrionuevo se preocupara por mejorar la eficiencia democrática de su ministerio en las comisarías, en una de las cuales yo presencié, al ser detenido una hora en agosto de 1984, cómo se cogía a un hombre esposado con las manos a la espalda y se le daba una paliza de muerte, que posteriormente ignoro si ese hombre murió o no de la paliza, en una comisaría lejos del País Vasco, de Terra Lliure, etcétera; porque -le hablo al ministro- usted no es Luis XIV o, dicho desde otro ángulo, yo no denuncio a esa comisaría, ya que no deja de ser una simple pata de un milpiés, sino a usted, que es la cabeza responsable de ese milpiés. Y si desea demandarme porque he faltado a su honor de nuevo cuño, hágalo, Barrionuevo, que yo sé que los hombres como usted necesitan lavarse el prestigio, que es público, y no la conciencia, que es privada. Usted ha pasado por la derecha a Rosón y ha hecho santos los últimos tiempos al mismísimo Alonso Vega. La conducta y el prestigio son públicos y necesitan defensa pública; el honor y la conciencia, ministro, cuyo étimo viene del latín honos (realzar, embellecer), no la necesitan, sino que están o se desarrollan en cada persona, intrínsecamente, y por lo mismo les huelga cualquier defensa, y menos aún indemnizaciones pecuniarias cuantiosas como las que usted pretende pedir a EL PAIS, lo cual demuestra a las claras que su idiosincrasia va por el camino del prestigio, no del honor, etimológicamente hablando.- Denia (Alicante).
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