Pecado a medianoche
UN SACO. La programación diaria de la televisión española parece un saco en el que se han metido adquisiciones de lotes irregulares, películas arcaicas, series fanáticas, dramáticos "de producción propia" desmedulados, reposiciciones, concursos inverosímiles, y eso se vierte después a la pantalla con un semblante de orden que consiste en su división en cangilones de días y horas que no siempre se respetan -y no siempre se explica por qué-; que a esa mecánica o a esa planilla se le dé el nombre de programación parece exagerado. Una programación responde a un sentido, un conocimiento del espectador y una vocación cultural y social. Pero en RTVE todo parece más bien fruto del azar -digámoslo así por ser benevolentes-. Un saco. Por eso se explica que mientras para algunos Televisión Española está reafizando una astuta labor oficiosa, y para los paranoicos trabaja en un sentido de destrucción de la sociedad, otros vean con asombro cómo se desprenden propagandas fascistas, armamentistas o contrarias a los sentimientos mayoritarios españoles; y los otros paranoicos, los de ese grupo, creen advertir un poder negro, funcionarial antiguo, que deja traslucir el franquismo como mensaje subliminal. No hay ni una ni otra cosa: sólo falta talento.Que haya gemas entre tanta escoria obedece también probablemente a esa ley del azar y de la necesidad. Pero esta ley del abandono al acaso supone necesariamente la entrega a la cantidad de la escoria. En ella pueden estar las más deleznables películas de la era franquista, o pueden desaparecer programas generalmente bien seleccionados, como La ventana electrónica, para castigar querellas internas. La programación de música clásica más parece fruto de los compromisos con la orquesta de RTVE, que del verdadero interés de los conciertos, y las transmisiones diferidas de ópera son irregulares, según sean las relaciones entre el ente y el teatro de la Zarzuela. Puede infiltrarse un nazismo especial, repleto de agresividad, en series como Mike Hammer: o la simple estupidez en las dramatizaciones teatrales, muchas de ellas realizadas por malos actores en malos decorados con textos entrecortados.
Ahora TVE ha descubierto el huevo de Colón: prolongar la jornada de emisión con lo que inocentemente se llaman películas atrevidas, citando para ello El último tango en París o Portero de noche, que hace muchos años que perdieron su atrevimiento. La idea de que esta prolongación de jornada "sólo para adultos" -los menores tendrán que acostumbrarse al uso del vídeo para contemplar lo retenido en horas de recreo o en los largos puentes escolares- sirva para colocar anuncios de alcohol o tabaco parece fruto de una hipocresía bastante tonta: la que se basa en la vieja idea de que lo que sucede de noche es pecado (y, por tanto, se puede ofrecer pecado a medianoche).
Todas estas cosas suceden en una televisión de Estado, que depende directamente del dinero, que goza de un régimen monopolítisco, que distribuye prebendas y castigos, que es a la vez comercial y deficitaria y que resume todos los males del exceso de comercialización, el sometimiento a los dictados de la publicidad, la falta de criterio y culto a la fatuidad de los que la dirigen. Y ninguno de los bienes que la libertad y el pluralismo exigen. Pero da igual: ahora sabemos que hemos hecho la transición para ver El último tango sin viajar a Francia.
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