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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Accidentes y errores

LA COMISIÓN de Investigación de Accidentes Aéreos ha hecho público su informe sobre la catástrofe producida el 27 de noviembre de 1983 en las inmediaciones de Barajas, cuando un Boeing 747 de la compañía Avianca se estrelló contra el suelo. El informe concluye que "la causa del accidente" -en el que fallecieron 181 personas- fue que el comandante, sin tener conocimiento preciso de su posición, inició el aterrizaje con una trayectoria incorrecta, descendiendo por debajo de todos los márgenes de seguridad establecidos.Sin embargo, el dictamen recoge también como "factores contribuyentes" del accidente una serie de negligencias cometidas por el copiloto y por los controladores del centro de Paracuellos del Jarama. De esta forma, la causa única de la catástrofe deja paso a una compleja constelación de factores coadyuvantes que, sin eximir de la responsabilidad principal al comandante de Avianca, no puede ser abstraída del dramático resultado final. De las recomendaciones formuladas por la comisión de investigación se desprende que la falta de rigor en las comunicaciones entre los centros de control y las tripulaciones en vuelo, capaz de abrir un peligroso terreno a las ambigüedades, los equívocos y los malententendidos, desempeñó también un papel en el terrible accidente. Por ejemplo, el jumbo de Avianca permaneció sin control desde tierra en las proximidades de su lugar de destino durante tres minutos, debido a que no se produjo el debido relevo entre Paracuellos y el aeropuerto. El informe señala que el controlador de Paracuellos no preguntó al desventurado comandante del Boeing 747 en qué posición exacta se encontraba su aparato -ya desviado de su rumbo en unas cinco millas- en el momento de traspasar la aproximación a la torre de Barajas. Por lo demás, la comisión no recoge el dato de que en la fecha del accidente se hallaba ya instalado en el centro de Paracuellos un sistema autómatico (el MSAW) que advierte de la excesiva proximidad al terreno de los aviones que transgreden las altitudes mínimas de seguridad. Pero el sistema no estaba en funcionamiento por ausencia de los requisitos burocráticos necesarios para su homologación; de otra forma, tal vez el MSAW hubiera podido advertir a tiempo que el jumbo de Avianca estaba volando, durante el minuto anterior a la catástrofe, por debajo de los mínimos.

La comisión ha tardado más de 15 de meses en establecer sus conclusiones sobre el accidente. Todavía está pendiente el esclarecimiento de la catástrofe producida. en el verano de 1982 en el aeropuerto de Málaga, cuando un DC-10 de la compañía Spantax no logró despegar, se salió de la pista, se incendió y provocó 50 muertos. Y la trágica colisión del 7 de diciembre de 1983 en Barajas, entre un DC-9 de Aviaco y un Boeing 727 de Iberia, con 93 fallecidos, tampoco ha sido explicada. Llama la atención que sean precisamente las catástrofes en las que se han visto involucradas las compañías nacionales las que más tardanza ofrecen en las explicaciones debidas a la opinión pública. Y hay que preguntarse si se han advertido presiones extrañas a la comisión en este contexto, y en un momento en el que el reciente accidente de Bilbao ha aumentando la desconfianza respecto a los márgenes de seguridad de Iberia y de todo el funcionamiento de la aviación civil española.

Por lo demás, los informes de la comisión investigadora no sustituyen a los veredictos del proceso judicial ni tampoco se superponen con los resultados de esa comisión de encuesta parlamentaria que no termina de hacer públicos sus trabajos. En cualquier caso, la lectura del informe no puede sino suscitar una considerable ¡alarma en la opinión pública, confiada en la proclamada Profesionalidad y estricto respeto hacia las normas de seguridad de quienes tienen a su cargo un servicio público tan cargado de riesgos como es el transporte aéreo. Precisamente porque nunca se puede excluir la posibilidad de un fallo humano, la navegación aérea debería extremar hasta el escrúpulo los sistemas de comprobación y de control capaces de reducir a márgenes mínimos el espacio para el error técnico, la negligencia profesional o la improvisación aventurera. La organización de la aviación civil es sin duda también responsable de estas cosas.

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