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La derecha francesa podrá ganar la segunda vuelta sin recurrir al voto 'ultra'

La derecha francesa ha acogido con satisfacción y calma su victoria en la primera ronda de las elecciones cantonales, que se desarrolló el domingo. Satisfacción porque ha conseguido el 50% de los votos, y calma porque no está automáticamente obligada a contar con el Frente Nacional (extrema derecha) para la segunda vuelta. La mayoría en el Gobierno (socialistas y radicales de izquierda) recibió su esperado fracaso (cerca del 26% de los votos) con serenidad. Unos y otros se preguntan ahora qué hará el presidente François Mitterrand: modificar o no la ley electoral.

A la vista de los resultados electorales del domingo, la decisión se ha convertido en un auténtico rompecabezas. Si la derecha es capaz de reunir en las legislativas de 1986 entre el 50% y el 60% de los votos (según recoja o no a los electores de la extrema derecha), la proporcionalidad no evitará que formen una mayoría absoluta y que pongan en duda, incluso, la permanencia de Mitterrand en el Elíseo. Mantener el actual sistema, mayoritario, no evitará tampoco la derrota de los socialistas, pero impediría la entrada del ultraderechista Jean Marie Le Pen en el Parlamento.La elección de los votantes no deja mucho margen para la duda: la mayoría absoluta no quiere que los socialistas sigan en el poder. Las elecciones eran locales, y en comicios de este tipo intervienen factores que no se presentan en unas legislativas, pero aun así estaban fuertemente politizadas y pueden considerarse como un reflejo fidedigno del estado de ánimo del electorado.

La mayoría gubernamental tiene por delante 12 meses para intentar mejorar su débil porcentaje, acudiendo cada vez más a la defensa de valores republicanos desprovistos del tinte de izquierda; pero el presidente tiene poco tiempo para decidir. La derecha, animada por sus resultados, se lanzará de nuevo a una fuerte campaña contra la proporcionalidad, y Mitterrand corre el riesgo de provocar la reacción de los electores, para quienes modificar las reglas del juego en mitad de la partida suena a chapuza.

La gran duda entre los socialistas es saber si estos resultados influirán negativamente en la pequeña mejoría de popularidad que estaban logrando en las últimas semanas tanto Mitterrand como el primer ministro, Laurent Fabius.

En la derecha, lo más significativo es la recuperación de la Unión por la Democracia Francesa (UDF), el partido de Valéry Giscard d'Estaing, que ha conseguido llegar casi al 18% y continúa por delante de la Agrupación para la República (RPR), cuyo líder es el alcalde de París, Jacques Chirac, que se situará entre el 16% y el 17%. Los dos partidos, junto con otras formaciones de derecha, rozan el 50%, lo que en teoría les permitirá ganar en 1986 sin llegar a acuerdos con el Frente Nacional.

El porcentaje de la extrema derecha, que en las primeras estimaciones se situó en el 8,3%, fue aumentando durante la jornada de ayer hasta aproximadamente el 8,8%. Un resultado excelente que dará dolores, de cabeza al RPR, porque en el nivel local algunos de sus dirigentes cantonales querían retirarse en la segunda vuelta en beneficio de los candidatos de Le Pen, mejor situados.

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