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Tribuna
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Footing

Me lo temía. Me lo temo cada vez que les veo marcar la zancada por esas cunetas de Dios, con la cara descompuesta, una cinta de mensajero apache en la frente, las caderas a la deriva y las piernas tratando de hacer lo que ya no consiguen los pulmones: respirar. Desde mi egoísta comodidad de conductor de coche veo cómo estos forzados delfooting tratan de mejorar de aspecto a la altura del vehículo, porque hasta los ajusticíados desean tener impasible el ademán y la mirada segura en el momento de traspasar la frontera del Gran Enigma. Pero algo me dice en una tercera víscera, que no es ni el cerebro ni el corazón, que nada más llegar a la cuneta más alejada de mi punto de vista, cuando se sepan a solas y a salvo de las miradas ajenas, los forzados del footing se dejan caer muertos.No es un misterio el por qué no se encuentran los cadáveres de los practicantes del footing. El de Jack Kelly, copríncipe de Mónaco por parte de hermana, o el de James Fixx, teórico del asunto, fueron hallados porque no llegaron a tiempo a las cunetas y les dejó tiesos la parca en zonas urbanas donde quien más quien menos llega a tiempo de contabilizar cadáveres. Pero los millones y millones de practicantes que se mueren de tanto footing son recogidos sigilosamente de noche por un servicio especial, secreto y municipal, de recogedores de víctimas de la mejora de la raza humana. No otra cosa son los corredores defooting, al menos en el extranjero. En España se mezcla mucho con el futinero puro el desaprensivo que corre para poderse comer a continuación una fabada o el adulto con complejo de culpa y colesterol.

Yo los odio, cordial y democráticamente, eso sí. Como odia Victoria Abril a las chicas de metro ochenta, delgadas y con los ojos verdes. Los prepotentes corredores defooting y seres humanos demasiado altos tendrían que estar prohibidos por la Constitución. Pero qué se le puede pedir a una Constitución que es fruto de la reforma y no de la ruptura. Por eso cuando veo caer a las víctimas del footing no puedo reprimir una íntima complacencia por lo poco que me gusta correr. De esta noche no pasa que salga con una linterna a buscar cadáveres por las cunetas.

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