Las elecciones locales del hoy en Francia, 'banco de pruebas' de las legislativas de 1986
La mitad del cuerpo electoral francés (18 millones de personas) vota hoy, domingo, en primera vuelta, para renovar la mitad de los consejos cantonales. Las elecciones sobrepasan ampliamente el ámbito local para adquirir un tinte completamente político. Los franceses tendrán que despejar tres incógnitas: cuál es la fuerza real de la extrema derecha, hasta qué punto se ha hundido el partido comunista y qué esperanzas pueden tener los socialistas con vistas a las elecciones generales de 1986.
Los comunistas acuden por primera vez a las urnas después de haber abandonado el Gobierno, del que formaron parte durante tres años, y después de la ruptura de la izquierda. El partido ha celebrado hace menos de un mes un congreso en el que las pocas voces críticas fueron prácticamente ahogadas.El secretario general, Georges Marchais, reelegido, ha impuesto una política de radicalización y de aislamiento que, según él, hará volver al PCF a muchos de los votantes que lo han abandonado desde 1981. Su campaña electoral para las cantonales se ha centrado fundamentalmente en un ataque frontal contra el partido de François Mitterrand, a quien acusa de haber traicionado todas las esperanzas que depositaron en él las clases menos favorecidas. Las elecciones cantonales serán la prueba de fuego de Georges Marchais, por más que los resultados no le hagan cambiar de línea. Los sondeos indican que los comunistas, que obtuvieron sólo un 11,3% de los votos en las pasadas elecciones para el Parlamento europeo, no serán capaces de recuperar su influencia, que ha disminuido casi en un 50%, en los últimos cuatro años.
Hay curiosidad también por saber qué harán los comunistas en la segunda vuelta. El partido sociaista ha anunciado ya que si su candidato obtiene hoy menos votos que el comunista se retirará en la votación siguiente, el 17 de marzo, para no restarle apoyo.
Oficialmente, el secretario general del PCF se ha negado a explicar si sus candidatos se retirarán o no el próximo domingo. La posibilidad de que el Frente Nacional, partido de extrema derecha y xenófobo que dirige Jean Marie Le Pen, convalide sus buenos resultados de las elecciones europeas ha hecho que en los últimos días el partido socialista reforzara su campaña contra el racismo. El primer ministro, Laurent Fabius, se unió a los jóvenes que lanzaron el lema No te metas con mi amiguete para pedir a todos los franceses, al margen de sus preferencias ideológicas, que voten en contra de un grupo que pone en solfa "todos los ideales de la República".
Lo importante no es el número de puestos que Le Pen consiga en los consejos cantonales -que serán pocos, dado el sistema electoral mayoritario-, sino el volumen de votos que obtenga en la primera vuelta. El Frente Nacional se consideraría satisfecho si reúne otra vez un 11%, pese a la campaña de que ha sido objeto.
Los partidos clásicos de oposición -la Asamblea por la República (RPR), de Jacques Chirac, y la Unión para la Democracia Francesa (UDF), de Valery Giscard d'Estaing- se esforzarán por su parte en demostrar que el partido socialista sigue gobernando el país con un porcentaje muy minoritario de votos y que, por tanto, no está legitimado para adoptar ninguna decisión importante antes de las elecciones generales previstas para 1986.
Se trata de impedir que François Mitterrand modifique la ley electoral antes de dicha fecha, introduciendo una cierta dosis de proporcionalidad que permita al PS evitar el desastre que todo el mundo le predice. Los dos partidos han basado sus campañas no en problemas específicos de las cantonales, sino en el rechazo frontal de la política socialista. Desde su punto de vista, las elecciones de hoy son un adelanto formidable (puesto que votan teóricamente 18 millones de personas) de los comicios de 1986.
Los socialistas, por su parte, reconocen que el compromiso es importante, y la situación, difícil. El PS obtuvo en las elecciones europeas poco más del 20%, porcentaje inferior a los que lograba en sus largos años de oposición. Esta vez, y en la segunda vuelta, espera atraerse, pese al duro enfrentamiento con el PCF, una parte de los votos comunistas, que en muchos lugares se verán obligados el domingo 17 a elegir entre dar su apoyo indirecto a la derecha o sostener al candidato gubernamental. Sin duda, este mínimo apoyo no será suficiente para evitar la derrota, pero los socialistas franceses acuden a estas, elecciones no con ánimo de ganarlas, sino simplemente de no perderlas espectacuIarmente.
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